28 de enero de 2021
Por: John Jairo Blandón Mena
Hay varios indicadores que evidencian la gravedad del estado de la convivencia ciudadana en el país. Cualquiera de ellos que se analice muestra que sumadas las violencias en Colombia terminan siendo mayores las que tienen lugar en los hogares, en la cuadra, en los barrios; y en general, en la cotidianidad ciudadana que aquella derivada del conflicto armado. Aunque este dato pareciera inverosímil, todos los registros concluyen que buena parte de los colombianos se están matando en su diario vivir.
Solamente en la ciudad de Bogotá (de acuerdo al Observatorio Salud Data de la Secretaria de Salud Distrital) durante el primer semestre de este año se presentaron 12.947 casos de violencia intrafamiliar, en los que hubo alguna intervención de las autoridades; fundamentalmente, por conductas asociadas a la violencia emocional, física, sexual o económica. Infortunadamente, en este ámbito, siguen siendo las mujeres las más afectadas. En el marco de las violencias contra la mujer el balance es dramático: en los 10 primeros meses de este año Colombia acumulaba 525 feminicidios (según el Observatorio de Feminicidios Colombia), 9.899 violentadas sexualmente y 10.392 que padecieron violencia en su propio hogar (según la organización Change.org); solo por citar esos delitos.
Y en cuanto al homicidio no asociado al conflicto armado, las tres principales ciudades de Colombia tienen cifras que corroboran que tal como lo expresa el título de esta columna ¡La violencia ciudadana se salió de madre! La capital en los primeros 8 meses de este año ya contabilizaba 754 homicidios; y a cierre de hoy lunes que escribo, en Medellín ya se ajustaron 400 y en Cali la cifra asciende a 1.170. En el caso de la capital antioqueña, dicen las mismas autoridades que la mitad de estas muertes violentas son consecuencia directa de riñas.
Quisiera no cansar a quien lee esta columna con cifras y más cifras. Pero, sin detallarlas, hay que decir que las estadísticas de lesiones personales, todo tipo de hurtos, daño en bien ajeno; y en general los delitos que afectan al ciudadano de a pie son escandalosas. La radiografía de la deteriorada convivencia ciudadana ocurrió el pasado 24 de diciembre. En ese día, tanto las líneas 123 de Bogotá y Medellín colapsaron por el número de llamadas reportando toda suerte de delitos. En la primera, se recibieron 21.000 llamadas y la Policía atendió 1.300 riñas con 115 capturas. Y en la segunda, las autoridades paisas contestaron 6.000 llamadas en las que reportaron más de 500 riñas y 300 casos de violencia intrafamiliar; entre otras situaciones delictuales y contravencionales.
En el caso de las riñas y la violencia intrafamiliar como situaciones de mayor incidencia, hay algunos factores en común que señalan las autoridades actúan como detonantes en ciertas situaciones. Uno de los principales es la presencia del licor descontrolado, sí bien Colombia no presenta lo mayores niveles de consumo de alcohol en la región, lo cierto es que un 35% de la población entre 12 y 65 años es consumidor regular, y de ellos 2.4 millones tienen un consumo de riesgo altamente perjudicial (Ministerio de Salud). Aquí todas las campañas anti consumo van dirigidas en contra de las sustancias psicoactivas, pero para el alcohol (porque es una de las principales rentas estatales) se mantiene un enorme silencio respecto a la responsabilidad pedagógica del Estado que no se agota en la letra pequeña existente en las botellas de “El alcohol es perjudicial para la salud”.
Por otro lado, es necesario cambiar la función represiva y no disuasiva de la Policía Nacional en los lugares públicos. Pareciera que los policiales fueron formados para constreñir o utilizar la violencia y no para hacer presencia en los territorios como actores que previenen la ocurrencia de delitos. Es necesario, que en la reforma que se plantea a la Policía Nacional, esta institución se gane la confianza de la ciudadanía para que pueda estar más cerca y actúe como justa componedora en situaciones que se tornan violentas.
Lo cierto. Es que nuestra sociedad tiene que posicionar a la Educación en primer lugar. Porque la única que puede garantizar la convivencia pacífica es la Educación.
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