Manuel Zapata Olivella: la vigencia de su concepción social

By Last Updated: 19/11/2024

Por: John Jairo Blandón Mena

A la edad de 27 años cuando escribió su primera obra, Manuel Zapata Olivella ya había recorrido los ámbitos de la desigualdad y la inequidad social, de la injusticia y el empobrecimiento, y desde luego del racismo, haber dejado siendo aún un niño su natal Lorica a orillas del Río Sinú para radicarse en Cartagena, fue un hecho que lo conectó con las imborrables huellas de africanía que perviven en la ciudad amurallada y lo hizo vislumbrar tempranamente lo que significaba ser un hijo de África y de la indoamérica  en este país. Su espíritu de vagabundo hizo que luego, ya avanzado en la carrera de medicina en Bogotá, suspendiera sus estudios e iniciará un peregrinaje por toda la profunda realidad centroamericana que la vivió fungiendo en diferentes oficios en cada país que caminó; pero sin duda, su llegada a los Estados Unidos de mitad de siglo XX sumidos en la criminal segregación racial marcó irremediablemente su pensamiento.

En su relato de ese viaje al país del norte contenido en “He visto la noche”, Manuel Zapata Olivella planteó varias experiencias en las que padeció en su cotidianidad el odio racista de la supremacía blanca:

El expendedor me miro sonriendo y se alejó a preguntar algo al cajero, seguramente el dueño del establecimiento. Regresaron ambos y el nuevo personaje me preguntó:

– ¿Cuál es su nacionalidad?

-Soy colombiano- le respondí con orgullo

-Pues no se le sirve. Aquí no se les vende a los negros y mucho menos a los latinos

-Algún día los negros le enseñarán a usted la decencia humana

 

Sin embargo, esos cuatro años de vagabundaje los concluyó con todo ese acervo de conocimientos sobre la realidad social de los territorios que recorrió, que, sumados a la propia concepción de lo local adquirida en su niñez y adolescencia, lo llevo a concretar su primera novela “Tierra mojada” que se constituiría en una denuncia sobre la honda injusticia social que imperaba en sus tiempos en Colombia, y que hasta hoy, a cien años de su natalicio, los problemas de acumulación de la tierra, de destierro, de violencia rural, y de lucha de los campesinos por su dignidad siguen vigentes como un calco de su obra.

“Muy pronto el pueblo comprendió cuáles eran las verdaderas intenciones de Jesús Espitia. La tan anunciada amenaza encaminada solo a los campesinos que tenían tierras en las márgenes del río, que desde años atrás venía codiciando. Próspero Huelva, lo mismo que Jacinto Colmenares y Arcadio López, se vieron de la noche a la mañana sin tierras, con sus familias a la ventolera, porque las autoridades les hicieron pagar con sus bienes las deudas contraídas directa o indirectamente con Espitia. De nada valieron las promesas de pago, los juramentos y las lágrimas”.

Gran parte de su creación literaria inicial muestra la faceta de un Manuel Zapata Olivella conectado con las dolencias del mundo, fundamentalmente, por las condiciones de sufrimiento de los hijos e hijas de la diáspora africana, su literatura denunciaba el oprobio y el sufrimiento y la explotación del ser humano. En textos como “La calle 10” describió la vida de los empobrecidos en las calles de una ciudad como Bogotá.

“Ruperta, sin haber cump1ido todavía los trece años, había tenido que apersonarse de la tragedia de la familia. Sus hermanitos gemelos lloraban solicitando alimento; su madre sentía fuertes dolores en el vientre que anunciaban la inminencia del parto, y su padre, acosado por la desesperación, se abstraía de la realidad, más agresiva que nunca”.

 

Y, una novela como “Chambacú, corral de negros” que se sitúa en Cartagena, podría ser plenamente la representación de lo que ha ocurrido con el destierro que a la población afrodescendiente se le ha hecho de sectores como Bocagrande, y que hoy, pretende concretarse en La Boquilla o en Getsemaní. Pues MZO relató en su novela la persecución que la institucionalidad racista de la ciudad ejerció sobre el popular barrio Chambacú para desposeerlos, y la lucha que los chambaculeros dieron para no perder la posesión de su territorio ancestral.

“Patrullaban los alrededores de los muelles. Las calles desoladas. Bajo las pantallas de los postes eléctricos, fusiles y cascos blancos. Detenían a las personas y las esculcaban. Luego empujándolas las obligaban a volver a sus casas. Las ventanas entreabiertas espiaban el trajín de las botas. Los camiones cargados de reclutas. Voces militares. Detrás de 1as alambradas del muelle se movían los últimos del contingente. Lucían armamento nuevo. Pantalones y guerreras azules, coronadas por cascos blancos. Infantería marina. Un grupo de mujeres, arriesgándose a los disparos, cruzaban los solares baldíos”.

 

Desde luego, que esta es una minúscula muestra de la vigencia de la extensa y magna obra de Manuel Zapata Olivella, quien fue un viajero por el mundo, y quien supo poner en las letras sus experiencias y vida. Este grande se ha acercado como nadie, no solo desde la literatura, sino como antropólogo, lingüista y folclorista a desentrañar nuestras raíces y a retratar las más inmensas desigualdades.

Tal como la obra de Manuel Zapata Olivella ha sido objeto de reconocimientos y es referencia de estudio en la academia a lo largo y ancho del mundo, es imperioso la difusión de su obra en el contexto nacional en todos los niveles del sistema escolar y en los espacios de dialogo y construcción social. La conmemoración del centenario de su natalicio es un buen inicio para que la nación reivindique a uno de nuestros grandes próceres del pensamiento.

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