Cuando el racismo sale a flote en Wacanda: los nadies y Francia Márquez

Por Última actualización: 19/11/2024

27 de marzo de 2022

 

 

Por: Verónica Cortés[i]

De las cosas que más me llaman la atención son las formas en las que se disfraza el racismo en Colombia. Aquí el racismo no existe. Nos jactamos de esa consigna porque el racismo es de una gente distante, inculta, malvada. Las buenas costumbres y los buenos modales nos han hecho una nación mestiza, pluriétnica, multicultural, tolerante con la diferencia; muy bien portados con aquellos otros que, evidentemente, no son como nosotros. El racismo no se considera una piedra fundante de nuestra sociedad. Pasamos por alto que la raza es la experiencia básica de la dominación colonial y que fue la primer arma de conquista de un nuevo orden de dominación que produjo nuevas identidades sociales y raciales que instrumentalizaron la clasificación de la población y preferimos pensar el racismo en clave de un problema de unas cuantas gentes que discriminan pero que, como todo, podemos combatir con educación. El problema con esto, señoras y señores, es que esta despolitización del racismo como un problema estructural tiene como consecuencia esta transgresión que ha dejado al descubierto la Colombia racista ante la figura de Francia Márquez Mina como fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro.

Al pesar de muchos y muchas, Francia no va a “ofrecer cocadas en las reuniones de gabinetes de ministros” y tampoco, como se jactan en sus redes sociales, “va a fritar patacones y pescao en la casa de Nariño”. Mil excusas por estar por fuera de la representación colectiva de “la negra” y estarse ocupando de los asuntos de la política nacional. Mientras las redes sociales se inundan con claras y contundentes expresiones de racismo, Francia está pensando desde un proyecto antirracista, antipatriarcal y anticapitalista que se ha venido nutriendo de una resistencia de base que le está apostando a la transformación del juego político aquí, sí, en Colombia y no en “África donde la esperan” ni en “la República de Wacanda” de donde se burlan afirmando que va a establecer relaciones diplomáticas. Lo cierto y, también, lo más decepcionante de todo es que ahí se les derrumba estruendosamente su impostado e hipócrita disfraz pluriétnico, multicultural y diverso y les queda al descubierto su verdadero rostro: el racista, el mezquino, el clasista, el misógino. Aunque bueno, sí, a lo mejor sí, para muchos eso resulta siendo la Colombia abandonada, olvidada, los territorios violentados y segregados… Wacanda, que puede ser el Cauca, la Guajira, el Chocó; una nación ficticia e independiente del territorio nacional.

Me pregunto entonces ¿de dónde viene el desespero por deslegitimar su subjetividad política mediante todo tipo de infantilización, cuestionamiento e invalidación? ¿Por qué la figura de representación de Francia que está conversando ante la política tradicional con la gente empobrecida, con las mujeres, con las víctimas del conflicto armado, con quienes han lidiado con proyectos extractivistas y de deterioro de su tierra, ha puesto al descubierto unas marcas sociales imborrables de la experiencia básica de la dominación colonial? La respuesta es clara: Francia irrumpe con la manera en la que convencionalmente se ha interpretado el poder y, lo más importante, con la forma en la que se ha pensado el hacer política. No tiene que ver exclusivamente con su impronta característica sobre los asuntos de raza y género, sino que hay una fuerte carga política sobre la ética del cuidado; sobre ese “vivir sabroso” que no es ni “esa sabrosura con la que el norte ha identificado a esta región” y tampoco es “un estereotipo”, sino que es una noción que hace parte de eso que desde las comunidades afrodescendientes ha cuestionado las lógicas individualistas, neoliberales y patriarcales para sobrevivir a la colonización y a la explotación.

Sabemos que desde el colonialismo hay unas identidades históricas producidas sobre la idea de raza y su directa relación con la naturaleza de los roles y, sobre todo, con la ocupación de lugares y espacios en una estructura global de control de trabajo. Entonces, pareciera que a Francia no le perdonan varias cosas: primero, los más de 783.000 votos en la consulta del Pacto Histórico; segundo, el hecho de descentralice la tradición política que toma las decisiones nacionales desde el centro del país en tanto le habla al país desde las regiones y, por eso mismo, como “no es capaz de vivir fuera de su territorio ni hablar como una persona normal” es mejor que se vaya y que deje “a los mestizos viviendo sabroso”; y, tercero, su representación en el escenario político porque es mujer, mujer negra y mujer negra empobrecida en cabeza de un proyecto político de gobernanza colectiva. En este orden de ideas, no sorprende, por supuesto, que consideren que “cualquier mujer se vería muy maja, muy mona y muy estrato seis a su lado”, no solo porque el proyecto nación se pensó en términos raciales sino también porque desde la constitución de 1821 la gente esclavizada no era considerada colombiana, sino gente infantilizada, en el caso de los indígenas, y gente bárbara, “burda” y salvaje, en el caso de los negros. De ninguna manera se puede justificar el racismo estructural que ha salido a flote a través de la figura de Francia Márquez en el escenario político; sin embargo, me parece clave develar cómo se ha ido tejiendo, produciendo y reproduciendo estos marcos históricos que siguen configurando nuestro presente en tanto seguimos asistiendo a un estado nación racista, clasista y patriarcal que no perdona las disputas y las fugas de poder.

A las blanquidades, a esa gente de bien que se desborda y se descompone entre el miedo y la burla ante una imagen de transformación y esperanza política. A esa gente bufona que detrás de las redes sociales usa su valioso tiempo para contrastar fotos de Francia con gorilas. A esas figuras neoliberales que son más de lo mismo y que no toleran que les digan que sí, que en efecto, que son más de lo mismo. A quienes siguen disfrazando el racismo porque eso es de una gente distante, inculta y malvada cuando nuestras buenas costumbres y buenos modales nos han hecho una nación mestiza, pluriétnica, multicultural, tolerante con la diferencia. Pues a ustedes, señores y señoras sí, el racismo es una piedra fundante de nuestra sociedad y por eso, en esta emergencia de coyuntura política les parece más sencillo burlar, menospreciar e invalidar esta figura que encarna no solo a las mujeres y a los pueblos étnicos sino también a los campesinos, a la comunidad LGBTI, a la juventud ninguneada, a la clase trabajadora, a las víctimas de conflicto armado, a los lideres sociales, a los privados de derechos humanos, a los nadies, las nadies, los mayores y las mayoras. No tiene sentido que sigan intentando usar un disfraz que ya no les queda, que se les cae. Ya no más con maquillaje, eufemismos y discursos progres para encubrir su verdadera naturaleza racista, conservadora, sectaria, segregacionista e insolidaria. Qué cansancio sostener lo insostenible. Al espejo, Colombia, a mirarse de frente y aceptar que sí, que les duele y les “incomoda mucho esa cara” de “una tipa negra burda, negra inflada”, “que no tiene condiciones para administrar una tienda” y a quien “debería revisarla un siquiatra por la desadaptación y desconexión con el mundo”.

Hoy, de la mano con lo que dijo Galeano, no sueñan utópicamente las pulgas con comprarse un perro; hoy, soñamos los nadies con salir de pobres, “los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, muriendo la vida, jodidos, rejodidos. Los que no son seres humanos, sino recursos humanos (…) Los que no figuran en la historia universal, sino en la crónica. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata los que, ojo “no son, aunque sean”, soñamos, no en Wacanda sino aquí, en Colombia, hasta que la dignidad, de una vez por todas, se haga costumbre.

[i] Estudiante de doctorado en Humanidades con énfasis en estudios culturales y crítica poscolonial de la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Magíster en estudios culturales de la Universidad Nacional de Colombia. Feminista, antirracista e investigadora del Centro de Estudios Afrocolombianos de la Pontificia Universidad Javeriana. 

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