Apartheid en Sudáfrica

By Last Updated: 19/11/2024

05 de noviembre de 2021

 

 Por: Diana Lorena Montaño Riasco

Mientras caminábamos rumbo al museo Distric SIX (Distrito Seis) nuestro maestro guía nos contaba como dos potencias colonizadoras se disputaron el control de Sudáfrica: holandeses e ingleses, estableciéndose en un territorio habitando por comunidades nativas, entre ellos los Khoisan, a quienes desplazaron violentamente. La codicia y avaricia, símbolo representativo de los colonizadores, les motivo a traficar con personas esclavizadas de países africanos vecinos como Madagascar y Mozambique, pero también del continente asiático como la India e indonesia. En nuestro camino por la calle Spin nuestro guía, nos señaló el lugar en el cual se vendía a lxs esclavizadxs, allí se han inscrito los nombres de algunas de estas personas vendidas para trazar líneas contra el olvido, que aún envuelven a visitantes incautos, quienes desatentos no perciben los destellos de memoria que rodean a Cape Town –Ciudad del Cabo-.

El museo Distric Six es uno de esos destellos que conservan viva la memoria de los efectos del Apartheid, el sistema legal de segregación racial en Sudáfrica, cuyo reinado duro 46 largos años. El Apartheid fue “Un total infierno”, nos afirmó Ebrahim un hombre de la India, quien contaba con 17 años en el inicio de la era “blanca” del Distric six y, cuyo pase de control para moverse en la ciudad se encuentra exhibido como prueba viviente de aquellas reglamentaciones racistas.

El apartheid legalmente comenzó en 1948, año el que la ONU decretó la declaración Universal de los Derechos Humanos. Sin embargo, estos Derechos mantuvieron por fuera del radar a los y las hermanas sudafricanos por 46 años. Sin invasiones, ni bloqueos y muchos menos golpes militares a la monarquía colonial británica, lo que posibilito que esta abominación se mantuviera hasta 1994.

Ante un mundo indolente incapaz de cambiar el curso de las políticas racistas en 1966 se declaro el Distrito seis como un área para “únicamente grupos de personas blancas”, lo que implicaba la reorganización de la ciudad mediante “drásticos métodos”, los cuales desarraigaban y desplazaban la población habitante a zonas aisladas, precariamente organizadas, alejadas de vías principales, ríos y mares y circundadas por fuerzas militares. Estos lugares se conocen en Sudáfrica como Townships, áreas segregadas racialmente. Allí, fueron enviados 60.000 personas, quienes debieron renunciar a sus casas, pertenencias y trabajo debido a las políticas de segregación racial creadas.

En el museo pueden encontrarse diversos testimonios recolectados desde 1998 que narran los sentires de las víctimas de esta política racista, cuyo propósito es permitir a quien visita el museo comprender las afectaciones de este hecho histórico en las subjetividades de los seres humanos sometidos contra su voluntad a las mismas. “Hasta la edad de 27 años viví en Distric Six … En ese entonces fue cuando ellos me arrestaron en mi propia casa, me fueron a buscar allí y me encerraron  en prisión. Ese fue el fin de mi estadía en Distric six, porque una vez fui dejado en libertad en 1971, mi madre ya vivía en Manenberg. (…)  Nunca pensé que una cosa así pudiera suceder, nos capturaron totalmente desprevenidos y un gran porcentaje de la gente se encontró impotente y desvalida sin posibilidad de resistirse. (…)” (Entrevista a Lionel Davis en 1999).

Hacer pedazos emocionalmente a los pueblos invadidos fue una estrategia colonial muy usual, se valían de medios materiales e intangibles para lograrlo, y en el Museo Distric six pueden reconocerse sin mayor titubeo. Una de estas, se identifica en “la ingeniería social del apartheid”, la arquitectura de una vivienda estándar dentro de un Township, constaba sólo de un pequeño cuarto con dos camas, sin baño ni cocina, según el modelo tomado de la vivienda de Nomvuyo  Khayelitcha, quien habitó allí con 7 miembros de su familia. En tan reducido espacio y bajo las circunstancias de los sucesos, muchas personas murieron por la conmoción y el choque de la situación, tal y como indicó en su testimonio Ismail Bolla Bufkins, entrevistado en 1999.

Conmoción, impotencia, y temor sentimientos extendidos a lo largo y ancho del mundo en los territorios que compartimos un pasado colonial, y que aún vivimos los efectos de ese sistema en nuestros cuerpos y territorios. No quiero comparar la historia sudafricana con la Gran Colombia Colonial ni con ninguna otra, aunque pueda encontrar algunas semejanzas y diferencias no puedo encontrar ninguna proporción que materialice la comprensión sobre tal aberración en la historia de la humanidad ante la mirada en apertura y vanaglorio de muchas “Democracias” en el mundo.

Para mí, Sudáfrica nos recuerda las “fronteras invisibles” de las naciones Democráticas, siempre más cercanos a convertirse en dictatoriales y segregacionistas, invitándonos como canta Rubén Blades a creer “que la única forma de darle a esto un final es: PROHIBIDO OLVIDAR”.