22 de junio de 2022
Por: John Jairo Blandón Mena
Políticamente nadie puede desdeñar el histórico triunfo electoral de Gustavo Petro y Francia Márquez. Los más de 11 millones de votos que obtuvieron, no solamente marcaron la mayor votación en la historia del país, sino el ascenso a la presidencia por primera vez de una persona perteneciente a un partido progresista. Y lo de la vicepresidenta electa sí que rompió todos los esquemas clasistas, racistas e ideológicos comunes a sus antecesores (incluyendo a la actual).
La campaña política realizada por la dupla hoy electa fue amplia y extensa. No hubo rincón del territorio nacional que no hubiese sido visitado, y los planteamientos del Plan de Gobierno fueron expresados por todos los medios posibles. Sin embargo, el largo camino hacia la victoria estuvo lleno de desgaste y confrontación sinigual en pasadas contiendas. Empero lo anterior, el tiempo de los cálculos electorales, de la ejecución de estrategias de convencimiento del elector, y de discursos cargados de frases metafóricas ya pasó. Ahora es tiempo de gobernar, incluso siete semanas antes de la posesión oficial.
Ejecutar el programa de gobierno más ambicioso en transformaciones institucionales de los últimos tiempos no será tarea fácil. Las limitaciones de un presupuesto presentado para el 2023 por Iván Duque y desfinanciado en 6 billones de pesos marcarán el primer año de gobierno de Gustavo Petro. El acervo de reformas, entre legales y constitucionales, necesarias para materializar los ejes de sus propuestas de gobierno solamente serán viables si logra consolidar mayorías en el Congreso de la República sin apelar a la tradicional mermelada. En eso está el cambio.
La coalición partidista y de diversos sectores que apoyó la llegada al poder del Pacto Histórico, puede darle la amplitud democrática que requieren las reformas para tener legitimidad. Sin embargo, hay que aguardar que esas adhesiones de personajes que han militado en diversos gobiernos desde Samper hasta el de Santos, no se conviertan en óbice para la concreción de reformas a políticas que ellos mismos ejecutaron en el pasado.
Gustavo Petro tiene sobre sus hombros la responsabilidad de liderar un gobierno de transición después de dos largas décadas protagonizadas por el uribismo. Sus principales tareas serán activar el proceso de construcción de paz y garantizar la aplicación de los acuerdos con la insurgencia de las FARC. Enfrentar el recrudecimiento del conflicto armado en casi todas las zonas del país, y los efectos humanitarios de la confrontación deben ser prioridad en la agenda del próximo Jefe de Estado.
La agenda programática de Petro requiere de recursos extraordinarios para su ejecución. Por tanto, del trámite de su reforma tributaria progresiva y de otras medidas fiscales depende en gran medida la iniciación de buena parte de los programas sociales. Es necesario, que el gobierno sepa comunicar a los colombianos que las propuestas de gobierno no son de ejecución inmediata, y que ellas se concretan de conformidad al avance legislativo.
Así las cosas, el triunfo de Gustavo Petro y Francia Márquez es el hecho político más transcendental en Colombia en lo que va corrido del siglo XXI. Es un sueño materializado para la izquierda y el progresismo del país que se habían especializado en perder elecciones presidenciales. Con todo y lo complejo que costó llegar al poder, gobernar será mucho más difícil. Se requiere un gobierno de los mejores, respaldado con el tejido popular que legitime su accionar, y una institucionalidad puesta al servicio del cumplimiento de los fines del Estado.
En mi próxima columna de www.diaspora.com.co abordaré los retos de Gustavo Petro y su gobierno en materia económica.
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