Francia Márquez vs. la sociedad racista, patriarcal y clasista colombiana

20 de abril de 2022

Por: Oto Higuita

Nieva copiosamente y se va formando un inmenso tapete blanco sobre la tierra marrón con millones de diminutas motas blancas que caen incesantemente. Es una época del año donde la estación que anuncia la luz, el renacer del campo florido y colorido, los días largos e iluminados y la alegría asomada en los rostros; no logra aún ser porque el invierno todavía es. Así se ve la eterna lucha entre primavera e invierno, entre ser y dejar de ser, es lo que percibe la vista a través de una ventana en las afueras de Estocolmo.

Había escrito la última vez que Francia Márquez, soy porque somos, no le ganaría a Gustavo Petro la consulta del Pacto Histórico sobre la candidatura presidencial, pero escribí también que su liderazgo contenía un enorme potencial político, que como vemos se está manifestando y de qué manera.  

En efecto, tras el extraordinario resultado del pasado 13 de marzo con más de 782 mil votos, Francia se convirtió en la voz de millones de indignados, de las nadies, de los y las olvidadas de esta tierra, de las negritudes, de los ninguneados, de los pueblos indígenas y campesinos, de los excluidos, de los discriminados, de los racializados, de los desclasados y precariados. En la voz de las mayorías invisibilizadas, perseguidas y exterminadas por las fuerzas reaccionarias y por un Estado que convirtieron en máquina letal contra sus ciudadanos.

El hecho de que en tan poco tiempo se transformara en una fuerza y movimiento político tan descomunal, hizo que enloqueciera de odio aquel sector de la sociedad racista, excluyente, discriminador e hipócrita como no se había visto por mucho tiempo. Su actuar y forma de ser, directa, sencilla y natural como la tierra y la raíz cultural de la que está hecha, desató el odio racial, clasista, misógino y nauseabundo presente en un amplio sector de la sociedad.

Este estallido de odio racial puso en evidencia dos fenómenos que se relacionan entre sí; los valores conservadores, reaccionarios y moralistas en los que está fundamentada la sociedad; y la carga simbólica y los nuevos valores que encarna la lideresa afrodescendiente, los valores éticos y estéticos de la resistencia que hoy es fuerza de cambio en Colombia.   

La critican y atacan por su uso particular del lenguaje incluyente (nombra las ancestrales mayoras de sus comunidades), su dicción y entonación, por su raíz cultural y mestizaje, porque está inscrita en el SISBEN y ha recibido $4 millones de ayuda durante dos años, es decir $5.333 por día como madre cabeza de familia con dos hijos, que en el fondo significa negar y desconocer su liderazgo político debido a su origen de clase.  

El despiadado ataque racista contra Francia Márquez es un ataque contra todo aquel que sea negro o negra, indígena, mestizo o mestiza, campesino o campesina y de estrato social bajo en Colombia, es decir la inmensa mayoría; pero además, pone en evidencia el estado esquizofrénico de la minoría clasista, blanca, patriarcal, hetero normal, centralista y gomela que se cree no solo “bien” educada y gente de “bien”, sino con el derecho exclusivo de gobernar sin ser interpelada o desafiada por las clases pobres, de ahí su aporofobia.

  

Esa élite decadente, descendiente de una oligarquía que abusó del poder durante siglos y se cree aún en sus últimos días, heredera de la nobleza y de la burguesía europea, ve en Francia Márquez el símbolo y la potencia de una voz colectiva, que es al tiempo un movimiento por el cambio y la transformación de la sociedad colombiana. ¿Por qué? Se ha convertido en la amenaza a un Estado-nación que se construyó en base a la conquista imperial europea, al exterminio de pueblos originarios, la opresión, la esclavitud, la expoliación de la tierra y la naturaleza, el patriarcado y los valores de la nobleza, la cruz y el catolicismo; que se ha construido con base en la idea de la supremacía blanca europea sobre las no europeas, indígenas, negras o asiáticas.

Podría afirmarse, ya otras voces lo han dicho, que Francia Márquez es una síntesis de antivalores, ella es la antítesis de los valores que profesa la clase dominante. Mujer afrodescendiente (negra), de extracción popular (estrato social bajo), cabeza de familia, raizal (comunidades negras del pacífico), feminista, lenguaje incluyente y destacada líder política. Tal vez esto último es lo que no le perdona la élite blanca dominante, lo demás que lo sea, como la inmensa mayoría de ciudadanos y ciudadanas colombianas, siempre y cuando no se convierta en un desafío al poder vigente.

Su aparición y consolidación en el escenario de la lucha por el poder político en Colombia, como la voz colectiva de millones de seres conscientes pero históricamente excluidos, no reconocidas ni representadas política, social, cultural, étnica, genérica (género) y dignamente dentro de la actual sociedad colombiana, es una inmensa llama en alto que ilumina y acrecienta la esperanza del cambio en esta generación, de que avanzamos y nos acercamos al final del túnel, de que estamos en el comienzo de una nueva era para vivir sabroso, para el buen vivir.

¡Que vivan las clases subalternas!  

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