06 de noviembre de 2024
Por: John Jairo Blandón Mena
Hace unos días las Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), casi con un dedo inquisidor sobre el país mostró cifras distantes a las de instituciones nacionales sobre el aumento de la cocaína en Colombia. Según la agencia multilateral instaurada para la lucha contra las drogas y el crimen transnacional, que a juzgar por las realidades del mundo habría que refundarla, aquí los cultivos de hoja de coca ya suman 253 mil hectáreas, la cifra más alta registrada en la historia de esta medición.
De igual manera, el informe hace análisis regionales que señalan los departamentos donde más han crecido los cultivos y la producción. Y políticos, indicando y valorando los cambios en los nuevos enfoques y orientaciones del actual Gobierno Nacional; pero omite deliberadamente que la fuente del crecimiento no está en políticas locales sobre interdicción o persecución de los cultivadores, narcotraficantes o estructuras armadas; sino en el aumento exponencial del consumo de estupefacientes en todo el mundo.
Cada vez en el mundo hay más consumidores. Según el World Drug Report de 2023, la cocaína es la cuarta droga en número de usuarios; solo superada por la marihuana, los opiáceos, opioides y anfetaminas; y en casi todos los lugares del planeta sus adictos se multiplican; con mercados crecientes como China e India. Ante ese panorama, Colombia con casi las tres cuartas partes de la producción mundial padece los efectos de la ley de oferta y demanda. Imposible detener por vía de la represión estatal la oferta de cocaína que el mundo por vía de la educación y la salud pública no ha podido contener.
A lo que no le hace justicia el informe es a mencionar que en lo que va corrido de este cuatrienio las incautaciones de estupefacientes han llegado a un punto histórico. Solamente en lo que va corrido de este año la Fuerza Pública ha incautado cerca de 700 toneladas de cocaína. Sin embargo, ese crecimiento no coincide con los de la producción que no para, y que, al contrario, tal como lo señaló el presidente Petro en su reacción al informe, hoy los narcotraficantes mediante la biotecnología y la genética pueden adaptar las plantas para que den más cocaína en menos tiempo.
Lo que subyace a todos los informes que sobre este particular se emiten es la aparición de estructuras armadas ilegales, el fortalecimiento de otras ya existentes, y la reconversión de antiguas en nuevas con mayor control territorial; todas las anteriores formas de criminalidad asociadas al narcotráfico y con presencia en toda la geografía rural y urbana del país. Siguen los colombianos siendo los paganinis de un problema que se acrecienta por la imparable adicción del mundo que no ha logrado encontrar una fórmula distinta a la criminalización, la penalización y la persecución de campesinos cultivadores y de jóvenes jibaros en las calles de cualquiera de nuestros países.
Capítulo aparte merece la de los dineros derivados del cada vez más rentable negocio del narcotráfico. Las formas de blanqueamiento de capitales, de inserción de recursos mafiosos en las economías lícitas, de financiación de la política y la configuración de narcoestados y narcoeconomías se sofistica y se hace cada aceptable por legislaciones y sociedades enteras.
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