Entre el odio y el miedo
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2 de junio de 2022
Por: Arleison Arcos Rivas
Los resultados electorales del pasado domingo dibujan odio, miedo y desazón tanto como expectativa, esperanza y anhelo de cambio. Entre ganadores y perdedores, asusta la pétrea inacción del 45% de quienes, habilitados para votar y contando con seis opciones en disputa, optaron por no vincularse al debate presidencial, al igual que preocupa la dispersión y baja incidencia del voto de las generaciones jóvenes.
Aunque, al término de los escrutinios con los que se certifican las votaciones, se registran 21.441.605 votos, no disminuyen las alarmas por la falta de auditoría forense al software y a la fiabilidad de tal resultado que, según denuncian expertos en ingeniería de datos, distorsiona la distribución real de los votos emitidos por la ciudadanía. Por ello, el parte de tranquilidad emitido por la Registraduría General de la Nación no disuelve los rumores de fraude.
Los comicios, adelantados en un escenario político virulento en el que se padeció la intensidad de las agresiones, ataques y señalamientos entre candidatos, nos dejan a tres semanas de la segunda vuelta en la que un Ingeniero y empresario destituido siendo Concejal, quien renunció a la Alcaldía de Bucaramanga luego de su segunda suspensión, se enfrenta a un político profesional, experto en Economía, con Maestría y formación doctoral en Ciencias Económicas, quien fue suspendido y restituido en su cargo como Alcalde de Bogotá.
Las elecciones pasadas dejan ganadores y perdedores que, en el análisis del comportamiento electoral colombiano, evidencian la disparidad con la que se adelanta el oficio de la ciudadanía en el país, sin que logren convertirse en un escenario plural de reparto y distribución decisional armoniosa o, por lo menos, respetuosa de las diferencias ideológicas y políticas.
1. Gana la Registraduría. Ante las denuncias de fraude en la votación del 13 de marzo, logró sortear no sólo la suspensión del Registrador, sino que entregó los resultados transmitidos en menos de dos horas. A su pesar, la etiqueta #FraudeElectoral sigue agitando al electorado activo en redes sociales.
2. Ganan Gustavo Petro y Francia Márquez, quienes obtuvieron 8.541.617 votos, punteando en el pulso presidencial. El acumulado de fuerzas alrededor del Pacto Histórico, sumado a las nuevas adhesiones de otras campañas, representantes electos y movimientos ciudadanos, garantiza una reñida disputa voto a voto para la segunda vuelta, en la que tendrán que convocar con mayor osadía a quienes permanecen indecisos o decidieron no hacerse contar en las urnas.
3. Gana la izquierda y los sectores alternativos, al convertirse en la alternativa electoral más opcionada según los resultados del domingo. Al igual que en las elecciones al Congreso, el Pacto Histórico convirtió a su dupla hacia la presidencia en la fuerza política más votada, lo que eleva una tímida confianza en la victoria el 19 de junio.
4. Gana Rodolfo Hernández, quien sorpresivamente alcanzó una inusitada votación de 5.965.335 que dejó por fuera de la contienda a Federico Gutiérrez, candidato que, en apariencia, contaba con todo el peso de la maquinaria electoral. La elección de quien algunos consideran un outsider, un sujeto contradictorio que se presenta como antiestablecimiento pero ha hecho su fortuna contando con la cooperación de las administraciones a las que ha ayudado a elegir.
La votación obtenida por Hernández no sólo resulta pasmosa por el abultado resultado sino por haberla obtenido dejando de asistir a debates, sin presentar un programa de gobierno formalizado ni hacerse notar en la plaza pública; victoria que los expertos en marketing electoral adjudican a un juicioso uso de redes sociales en las que se elevó su imagen de “viejito divertido” viralizado por frases como “relocos, papi, relocos”.
5. Ganan los contratistas quienes, en caso de elegir a Rodolfo Hernández, tendrán como aliado a un ingeniero que hizo su fortuna como constructor y experto en hipotecas de largo plazo. Aunque el insistente lema de “no mentir, no robar, no traicionar”, con el que se presenta el santandereano, lleva a suponer que implementaría un sólido programa anticorrupción, se levantan serias dudas de ello al estar llamado a un aplazado juicio por el delito de interés indebido en celebración de contratos, y a las denuncias de incumplimientos y deterioros en varios de sus proyectos residenciales.
Queda por confirmarse, igualmente, el impacto de los clanes y contratistas en la compraventa de votos en las elecciones pasadas, que generaron más de 400 reportes de la MOE por diferentes irregularidades presentadas, pese a que la candidatura más votada el domingo desplegó un robusto equipo de abogados, informantes y veedores responsable de detectar y alertar la ocurrencia de delitos contra el electorado.
6. Gana el ausentismo. Si bien se registra una tímida disminución del abstencionismo, más del 45% de quienes se encuentran habilitados para votar no se presentó a las urnas. Aunque cerca del 55% de las y los electores se presentó a marcar alguna opción en contienda, amuló su voto o votó en blanco, asusta que los discursos de cambio no seduzcan a quienes todavía deciden quedarse al margen o se manifiestan indiferentes al proceso electoral.
En un país en el que no es obligatorio votar, cabe esperar que las fuerzas en contienda se afanen con osadía en capturar una mayor porción de este bloque de indiferentes y desafectos, que limitan el impacto decisional de las urnas y disminuyen la legitimidad de los electos. Si las elecciones se definen cada vez más por la emocionalidad de quienes, antes que por ideas, estatutos y programas, se activan por la intensidad de los mensajes de influenciadores, memes e imágenes viralizadas, queda por ver cómo, para seducirles, reordenarán sus estrategias dos campañas tan disimiles y desproporcionadas.
Dedicaré la nota de la semana entrante a quienes perdieron en estas elecciones: Federico Gutiérrez, el bloque duro del uribismo, los violentos, el centralismo y, de manera especial, revisaremos qué pasó con la votación de la generación joven, amplia convocada a provocar cambios, en un país que sigue votando entre el miedo y el odio.