¿Para cuándo la renovación?
23 de noviembre de 2021
Por: John Jairo Blandón Mena
Hace un par de meses se cayó en el Congreso de la República el proyecto de reforma constitucional que buscaba limitar a tres los periodos en los cargos de elección popular. Esa misma iniciativa había sido hundida en el 2018 en el marco de las discusiones de uno de los tantos estatutos de corrupción que han pasado por ese recinto, y que han terminado en adefesios jurídicos que ni un ápice han mejorado la transparencia en la gestión pública.
Lo que se cayó con ese proyecto fue la renovación de las corporaciones públicas en Colombia. Seguirán repitiendo periodos corporados que en muchos casos se convirtieron en empresarios electorales. Los electos sucesivamente durante su gestión crean una maquinaria burocrática aceitada con la mermelada oficial que les permite asegurar su triunfo cada cuatro años.
Al interior de los partidos se crean los mecanismos para que en cada elección las listas sean encabezadas por estos personajes que se atraviesan como un palo en la rueda para impedir la irrupción de nuevos liderazgos. Los jóvenes que vienen haciendo política desde sus comunidades y ascendiendo desde abajo son relegados a posiciones donde difícilmente accederán a una curul.
Hoy, los partidos tanto de derecha como de izquierda pasando por los de centro sostienen discusiones en las definiciones de las listas al Congreso de la Republica que en muchos casos han roto la unidad. La Coalición de la Esperanza anunció que Humberto de la Calle será su cabeza de lista, y el Partido Conservador hizo lo propio con Efraín Cepeda, mientras el Pacto Histórico define entre Iván Cepeda, María José Pizarro y otros que llegaron del Partido Liberal, y, en fin, todas las colectividades acomodan a quienes tienen la maquinaria y ya “se han hecho contar” para asegurar que no haya cambio y que el poder se mantenga incólume.
Inclusive, dentro de los partidos alternativos hay impedimentos para que nuevos liderazgos aparezcan. El Pacto Histórico que surgió entre otras, como una propuesta de unidad de sectores excluidos por la política tradicional ha arrimado a sus listas a personajes que representan lo más ranció de la política tradicional y ha incurrido en prácticas de politiquería como la de incluir a la esposa de un congresista decadente para que herede sus votos y siga manteniendo para sí los beneficios burocráticos y electorales.
Los partidos políticos ignoran el poder de los jóvenes expresado en el pasado estallido social, en el que la muchachada demostró conciencia social y madurez política para cambiar el país. Hay, por un lado, temor a cederles el poder a las nuevas generaciones y propiciar un recambio en las corporaciones públicas; y por otro, un creciente menosprecio e instrumentalización por parte de los políticos a las juventudes, a quienes consideran importantes y parte de sus discursos solamente en el proceso electoral, pero a quienes tratan como incapaces al no darles el control de la política.
El país requiere que haya renovación en la política. Urgen nuevas ideas y acciones desde la institucionalidad. Es imperioso elegir más mujeres, más indígenas, más afrodescendientes, más jóvenes, más población diversa; y sobre todo, más líderes que emerjan desde la Colombia profunda. Por fortuna, el censo electoral marca que las próximas elecciones por primera vez en la historia serán definidas por la población entre 18 y 35 años; esta será la oportunidad para que con su voto consiente los jóvenes renueven la política en este país.