Tres dilemas étnicos y electorales

Por Última actualización: 19/11/2024

23 de diciembre de 2021

Por: Arleison Arcos Rivas

Una, dos y tres; Una, dos y tres:
Lo que usted no quiera, pa’ mi calle es.

(Patxi Andion)

Esta semana hemos asistido a la puesta en escena de los asuntos duros de la política y de la tensión electoral entre fuerzas que se debaten entre el enfrentamiento ideológico y el reconocimiento identitario, en un juego que, entre lo local y lo internacional, pone de presente las precariedades organizativas de los pueblos étnicos, los avatares de la movilización ciudadana y las potencialidades de conquista de la institucionalidad y de la potestad gubernativa.

UNO

La representación étnica en procesos electorales en Colombia, aunque no es inexistente, evidencia fragmentación, descuido en los procesos de incidencia y desconexión entre procesos organizativos y liderazgos emergentes. La aparición de personajes reconocidos en sus entornos profesionales como “negros” o afrodescendientes genera suspicacias cuando “deciden” presentarse como activistas o defensores de procesos étnicos, al no ser inmediatamente reconocidos por tales; cuestionando incluso el oportunismo de su adscripción.

En varias ocasiones anteriores hemos escrito y mencionado estos asuntos, en cuanto evidencian la insuficiencia en la consolidación del electorado étnico; como quiera que incluso figuras de amplio reconocimiento internacional y nacional como Francia Márquez tienen dificultades para encausar un movimiento político propio de los pueblos descendientes de africanas y africanos en Colombia. Soy porque somos no alcanzó a recolectar las firmas para presentarla como independiente y, vergonzosamente, el crédito a su candidatura presidencial no proviene de partidos o corrientes reivindicacionistas, sino del Polo Democrático que se quedó sin candidato propio, y de la AICO, cuestionada como fábrica de avales electorales.

La inconveniencia de no haber consolidado un proceso electoral denso y propio deja el sinsabor del malogrado acuerdo que obligó a la renuncia de Vicenta Moreno y Carlos Rosero al Senado. Al cierre del proceso de inscripción de las listas de aspirantes al Congreso, el irrespeto a la palabra empeñada produce un resquebrajamiento en el Pacto Histórico que pone en riesgo la continuidad de Soy porque Somos en esa coalición.

La lección aprendida debería pasar por la medición de la fuerza ciudadana suficiente para pesar en procesos electorales por circunscripción nacional enarbolando la bandera de la afrodescendencia. Pese a que existen movimientos políticos con tal estandarte, las candidaturas a las elecciones 2022 presentarán a una multitud de pequeñas iniciativas políticas y microempresas electorales sin mayor opción de victoria, reflejando la precariedad en la vocación de poder acumulada en contra del pueblo afrodescendiente a lo largo de la historia republicana.

Si se considera el inusitado aumento de candidaturas, luego de un proceso de activación política, movilizatoria y social sumando dos momentos de paro, sin precedentes en la historia nacional, resulta coherente que se hayan inscrito 2966 aspirantes a Cámara y Senado, entre quienes se destacan más de 400 víctimas del conflicto que se presentan por la circunscripción especial de paz. También parece obedecer a tal fenómeno el que, para la circunscripción afrodescendiente, que asegura 2 curules en la cámara, se registren 48 listas conformadas por 131 candidatos.

El grave peligro que expresa tamaña dispersión, ya constada en momentos electorales anteriores, apunta a desnudar la flaqueza de los procesos organizativos tras tales aspiraciones; como quiera que buena parte de dichas listas se quedan en pálidas ilusiones que no alcanzan siquiera votaciones consoladoras.

Resulta deseable que más personas afrodescendientes aspiren a altos cargos de liderazgo político y público en el país. De ahí que celebre las emblemáticas postulaciones de Catherine Ibargüen y Mabel Lara, quienes figuran como cabezas de lista del Partido de la U y del Nuevo Liberalismo, respectivamente. En el primer caso, Ibargüen pone su prestigio deportivo al servicio de un partido altamente cuestionado. En el segundo, una reconocida periodista, con preparación para estas lides, se estrena como figura política en el súbitamente resucitado partido de Galán.

En ambos casos queda por verse hasta dónde su postulación suma en los procesos de representación étnica, al no ser portadoras de pretensiones ni agendas de consenso correspondientes con el movimiento social afrodescendiente.

De hecho, Lara manifestó que defiende “la democracia liberal: libertad de empresa,

de expresión y opinión, derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y rechazo a los autoritarismos”; lo que le sitúa en una frontera ideológica que riñe fuertemente con las reivindicaciones postergadas para su propio pueblo, tal como otras voces han comentado en diferentes columnas de DIÁSPORA.  

Más allá del colorismo, la pigmentocracia y la implementación de falsos y oportunistas melaninómetros, la configuración del sujeto étnico pasa por el respeto a los procesos, por el sello de los acuerdos, por su visibilización efectiva, por su representación asegurada y por el justo reconocimiento de sus agendas, causas y reivindicaciones, sin mistificación alguna. De ahí que, tanto con su directa participación como en los acuerdos programáticos, todas las alternativas de poder y representación deban explicitar y dar amplia cobertura a las propuestas y agendas propias, tantas veces ventiladas en discursos, aplazadas en las prácticas de los partidos y, mucho más aún, ausentes en las actuaciones gubernamentales.

DOS

La conquista de las urnas en Chile llama a reflexionar sobre la importancia de entender una relación compleja entre la autoconvocatoria reactiva y la organización militante; incluso apuntalando nuevas categorías que den cuenta de la manera como pueden desplazarse hacia la agitación electoral y la representación política el grito efervescente juvenil, la manifestación popular e incluso las adscripciones étnicas.

El saludo triunfal de Gabriel Boric en cuatro lenguas indígenas y su agradecimiento “a todos los pueblos que habitan el lugar llamado Chile”, constituye una alentadora promesa de inclusión que debe corresponder a la, hasta ahora, casi imposible visibilización étnica en altas magistraturas.

Esta victoria, especialmente, pone de presente la importancia de analizar lo que pueda estar pasando en la tensión entre autoconvocatorias ciudadanas y asedio a la institucionalidad. Por ejemplo, interesa observar cómo actuará un gobierno emergido de acciones movilizatorias, llegada la hora de nuevas protestas asociadas a las limitaciones para avanzar en una agenda de transformaciones con que se demanda el aumento de las coberturas en salud, el incremento de la tasa impositiva a grandes empresas y acumuladores de riqueza, la eliminación del perverso sistema de fondos privados de pensiones o el afianzamiento de políticas y garantías para los pueblos étnicos; entre otros.

TRES

La tensión entre la emergencia social en las calles, el activismo político organizativo y la conquista de la plataforma institucional, no puede alimentarse una contra la otra; como pretenden los áulicos defensores de leyes que sitian y constriñen la manifestación ciudadana bajo pretendidas acciones silenciosas, ordenadas y desafectas que, so pretexto de respeto al orden constitucional y la manifestación pacífica, parecieran querer una ciudadanía silenciosa obsequiosa, pusilánime y conforme, que deja hacer al gobierno cuanto le plazca.

La creciente agitación popular y la apertura procedimental para la captura institucional, demandan de los gobiernos la consideración de todas las fuerzas sociales y el ordenamiento de las prioridades nacionales para confeccionar con estas un meticuloso y complejo plan de futuro compartido, incluso con quienes pierden en las urnas; siempre que hayan contado con igual oportunidad para resultar electos. Quienes no lo entienden, al interpretar un monólogo político unicista, autoritario y corrompido, siempre verán como enemigos a los liderazgos sociales, colectivos organizados, movimientos sociales y partidos alternativos, a los que se imponen incluso con robo y venalidad en las elecciones.

Cuando pierden, tanto en la reciente conquista electoral chilena como en la segura victoria de las fuerzas alternativas en Colombia, los momios y opositores de oficio no se quedan quietos. Se activan ante la expectativa del fracaso y buscan por todos los medios programar su desenlace, contando con los cuadros legislativos y militares que controlan.  He ahí la importancia de entender y construir la política más allá del inmediatismo voluntarista, de los grupismos y de las coaliciones advenedizas; asignando valor decisional a lo que verdaderamente importa, incluida la pertenencia étnica.

Las sociedades políticas están cansadas de alimentarse con sobras y soportar la exclusión; esperando que llegue la hora en que al pueblo le toque lo que le toca.

Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

Arleison Arcos Rivas