Electorerismo

Por Última actualización: 19/11/2024

21 de diciembre de 2021

 

Por: John Jairo Blandón Mena

El próximo año será electoral. El 13 de marzo habrá elecciones legislativas que coincidirán con varias consultas para elegir candidatos a la presidencia; y 77 días después será la primera vuelta presidencial. Para la primera contienda, el abanico de candidatos y candidatas suman 2.966 que compiten por 294 curules. Las listas de coalición y únicas son una verdadera mezcolanza de politiqueros tradicionales, de miembros y herederos de viejos clanes y mafias políticas, y de emergentes figuras con precario o inexistente trabajo de base que intentan coronar su curul en medio de esta enrevesada maraña electorera. Sin embargo, la cuota de esperanza y recambio la colocan algunos líderes y lideresas que, cansados de resistir en los territorios y de construir país en medio de condiciones social y políticamente adversas, le apuestan a generar transformaciones desde la institucionalidad.

Los partidos tradicionales hicieron una selección de sus listas, en las que al parecer uno de los requisitos es tener o haber tenido vínculos con defraudadores del erario, mafiosos y toda suerte de sujetos indeseables e impresentables. El Partido de la U avaló para el Senado a los hermanos del “Ñoño Elías” y del exsenador Musa Besaile, uno condenado por corrupción en el caso Odebrecht, y el otro procesado por parapolítica en Córdoba. Cesar Gaviria y su partido hicieron lo propio, incluyeron en la lista a una cuota de Eduardo Pulgar, hoy condenado por cohecho y tráfico de influencias; y a otro personaje involucrado en la operación de votos en la costa. Los Conservadores no se quedaron atrás, metieron en su lista de Senado a un exgobernador del Tolima, hoy imputado por la justicia por contratación irregular. La lista del Centro Democrático no resiste un análisis riguroso: por solo citar un ejemplo, ahí sigue de manera increíble Álvaro Hernán Prada protagonista junto con el expresidente Uribe del caso de manipulación a testigos.

Ni siquiera el Pacto Histórico se salvó de los impresentables. Incluyeron en la lista a la Cámara por Bolívar a una dama investigada por su relación con Odebrecht, y quien es esposa de un condenado por nexos con paramilitares. Por doquiera que se mira se perciben pactos electoreros que entrañan tretas para llegar al poder legislativo, y que cuando tienen lugar en los nuevos pactos y coaliciones surgidas del descontento ciudadano defraudan las esperanzas colectivas de cambio a través de la política.

Este momento histórico en el que se plantea equivocadamente que todas las soluciones de los problemas del país se encuentran por la vía electoral, y en el que grandes hombres y mujeres que encarnaron luchas sociales le apuestan a hacerse contar electoralmente, conlleva un riesgo como sociedad de perder la credibilidad en nuestros liderazgos, que inevitablemente entran o caen en las lógicas nefastas del electorerismo colombiano.

Así lo indican los conflictos que se han dado al interior del Pacto Histórico por el orden de algunas listas a Cámara y la de Senado. Ha emergido en los sectores progresistas y de izquierda el racismo y el clasismo que su misma ideología rechaza pero que carcome la dirección de esas colectividades. Los sectores étnicos y diversos parecen ser convidados de piedra, todo porque no aportan significativamente a las lógicas electoreras de haberse hecho contar o de tener caudales de dinero para ser tenidos en cuenta en los lugares de oportunidad.

La mayor expresión de conciencia colectiva en la historia reciente de Colombia tuvo lugar en las recientes movilizaciones populares; y aunque muchos quieren sacar réditos electoreros de esas consignas transformativas lideradas en gran medida por la juventud pisoteada del país, lo cierto, es que, hasta el momento, las coaliciones de las que se esperaba mucho no han estado a la altura de la transparencia y mínimos de construcción colectiva que se esperaba para transformar a Colombia.

Sobre el Autor: John Jairo Blandón Mena

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