Trajeron más guerra; aunque no pudieron hacer trizas la paz

30 de septiembre de 2021

 

Por: Arleison Arcos Rivas

 

El uribato asumió la tarea de hacer trizas la paz, boicoteando de una y mil maneras las aspiraciones para que los compromisos asumidos en los acuerdos con las FARC se consolidaran y avanzaran de manera estable y duradera. El resultado: muerte en territorios ancestrales, proliferación de nuevos actores armados, reactivación de viejas estructuras paramilitares, rearme de cuadros guerrilleros ya desinstalados, bloqueo a la negociación con el ELN y otras insurgencias.

En tales circunstancias, la manifiesta presencia del narcotráfico internacional especialmente en el Pacífico colombiano, no ha podido ser enfrentado de manera contundente, complejizando las dinámicas de violencia en Tumaco, Buenaventura, Quibdó y Apartado, especialmente.

La ciudad puerto de Colombia, afectada por crecientes oleadas de violencia, acumula muertes, atentados contra la vida y el acoso imparable de las bandas delincuenciales contra los comerciantes y tenderos. Asustan los asesinatos al pie de la casa, muertes por disparos indiscriminados, robos y raponeo a mano armada, incluso el acoso a los repartidores, mercaderistas y mensajeros, quienes se encuentran obligados a pagar por transitar y entregar los pedidos en determinados sectores. La zozobra, la desesperanza y el miedo crecen entre quienes son conminados a irse del barrio para no caer abaleados por quienes les presionan a hacer parte de las bandas y combos. Ante la creciente “vacuna”, el daño y la pérdida de sus vehículos, las reacciones de los camioneros han generado nuevos bloqueos, esperando la actuación efectiva de las autoridades.

En los pueblos y caseríos sobre los ríos San Juan y el Atrato, la violencia no para; al punto que varios alcaldes todavía gobiernan sus municipios desde Quibdó. Los desplazamientos de indígenas, afrodescendientes y campesinos ocurren por centenares. En la capital del Departamento del Chocó, la cosa es igual de grave. Días atrás, en un evento al que asistió el Ministro de Defensa, jóvenes raperos le contaban que “aquí en Quibdó nos están matando. Aquí en Quibdó nos están robando. Ayer mataron a un muchacho en la norte. Si te cuento los sucesos no creo que lo soportes”.

El disparo en la tasa de homicidios en Quibdó acumula más de 110 asesinatos en lo corrido del año, algunos con visos de masacre, afectando especialmente a la población joven de los barrios en el norte, precariamente incorporados a servicios y al bienestar, pese a que ahí confluye más del 40% de los habitantes de esa capital. La extorsión a pequeños y grandes comerciantes es inclemente. Hace poco, en la revista Semana la joven y destacada investigadora Haidy Sánchez publicó una carta abierta dirigida a Iván Duque en la que le informa de “muchos habitantes que tienen un pequeño emprendimiento, ventas informales en sus casas, en las calles o tiendas y otra clase de negocios, se ven constantemente hostigados y presionados a pagarle a uno o a otro grupo delincuencial diversas sumas de dinero.”

Tanto en Buenaventura como en Quibdó las comunidades denuncian a pesar de los riesgos que ello implica. También se han movilizado y han marchado exigiendo la decidida intervención de la fuerza pública que, pese a contar con algunas unidades adicionales, parece incapaz de contener la violencia en estas ciudades mayoritariamente afrodescendientes, con un flujo humano creciente alimentado por la persecución y el desarraigo con las continuas oleadas de violencia en campos y caseríos que padecen el infame despojo de tierras.

La hermosa perla del Pacífico, Tumaco, llora todos los días. Si antes padeció incendios y maremotos, la tragedia que calcina hoy a su población es la de las balas y bombazos producto de la guerra posicional entre bandas de narcotraficantes, así como por el reciclaje de cuadros paramilitares y guerrilleros reactivados en la zona.

Aunque en el periodo junio – julio se evidenció la disminución de homicidios especialmente, han vuelto a registrar masacres, desapariciones y descuartizamientos, y son continuas las alertas de paro armado, bloqueos de vías, desplazamiento, amenazas y notificaciones para que la gente abandone sus viviendas.

A lo largo del Pacífico, la presencia de viejos y nuevos actores armados se hace palpable en el miedo de sus habitantes, tanto como en las pintas sobre vehículos, lanchas y paredes en los caseríos. La gente cuenta sobre la presencia de los Mexicanos, del Clan del Golfo, de los Urabeños y de otras agrupaciones criminales y paramilitares como las AGC que, con total descaro e impunidad, amenazan a las familias incluso para que “dejen eso así” y no acudan a las autoridades, si no quieren que les pase lo mismo; es decir, sean asesinados, picados o desaparecidos.

Contra viento y marea, la gente resiste. El talante renaciente que ha caracterizado la vida de las comunidades en los territorios ancestrales del Pacífico se siente en los cantos y videos de los colectivos de jóvenes y mujeres que insisten en agitar sus alas para elevarse sobre la podredumbre; incitando de mil y una manera a los violentos para que el cuidado de la vida impere. No es por poco que, en cada edición de los premios y estímulos para defensores de derechos humanos, aparezca una nutrida postulación de iniciativas emprendidas por gente que no se cansa de alumbrar las muchas oscuridades que todavía acechan.

Aunque en comunidades en las que se votó a favor de los acuerdos y contra la perpetuación del conflicto armado, hoy los violentos imperan; pese al marcado detrimento de las condiciones de vida, la gente anhela poder vivir en paz, incluso luego de un gobierno que trajo más guerra.

Sobre el autor

Arleison Arcos Rivas. Activista afrodescendiente. Defensor de la vida, el territorio y la educación pública. Directivo, Docente e investigador social. Licenciado en Filosofía. Especialista en Políticas Públicas. Magister en Ciencia Política. Magister en Gobierno y Gestión Pública. Doctor en Educación. Cdto. en el doctorado en Ciencias Humanas y Sociales. Es autor y coautor de varios libros y artículos en torno a los estudios de la afrodescendencia. Rector de la IE Santa Fe – Cali.
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