La música Rap como resistencia cultural: desde los griots africanos hasta la actualidad
Por: Jhon J. Ulloa Angulo[i]
Es innegable la inminente postura política que tiene la música Rap y su fuerte relación con los movimientos sociales en cada rincón del mundo donde el boom bap suena, casos como el de los raperos chilenos en solidaridad con los indígenas mapuches, el del Colectivo Hip Hop Revolución con el movimiento bolivariano venezolano o el de los raperos africanos que lideran el movimiento Y´en a marre de Senegal que busca la concientización política de la juventud de su país, han sido cotidianos en el transcurrir de la Cultura Hip Hop en el mundo entero. Esta conexión tiene sus orígenes en el mismo nacimiento de este género musical en los años setentas, cuando muchos raperos afroamericanos empezaron a contraatacar a un sistema que los oprimía por todos los lados. Desde las líricas, los raperos se atrincheraron para vociferar rebeldía y reivindicar las luchas de los menos favorecidos entre ellos las comunidades étnicas, principalmente las comunidades afros quienes sufrían a fuego y espada el racismo despiadado de una sociedad que se negaba a aceptar la diversidad étnica y cultural.
Como consecuencia de esto, los negros norteamericanos y afrolatinos residentes en los EEUU asumieron el Rap como su canal de difusión, como su radio parlante.
Aunque la música Rap se consolidó en los barrios populares de New York, hace parte del legado que dejó mamá África al planeta tierra, y sus inicios se remontan a este continente unos siglos atrás cuando los griots, una especie de poetas populares, cantaban y comunicaban todo lo que acontecía en sus comunidades, mediante improvisaciones que contextualizaban a la gente de lo que pasaba en el entorno. De los griots aún se conservan elementos artísticos concretos en el Rap tales como el freestyle o la capacidad de improvisar, el contenido crítico e incluso político, así como la variedad de estilos vocales. La música Rap hace parte de las tradiciones culturales ancestrales que hoy disfrutan muchos y muchas descendientes de la diáspora africana alrededor del mundo.
Uno de los lugares en el mundo donde se disfruta esa ancestralidad musical es nuestro país, particularmente en Cali la capital del pacífico colombiano. Sin embargo, en algún punto de la historia esa conexión con las tradiciones culturales desapareció como por arte de magia. Y es que cuando llegó el Rap se reivindicaban a las comunidades afrocolombianas desde esta música, es decir, también en Cali se adoptó la música Rap como la voz de inconformidad de los negros en la década de los ochentas y los noventas. Lamentablemente, años más tarde este tipo de canciones de reivindicación étnico-racial desaparecieron del mapa musical y las memorias aún las siguen buscando. Temas como reflexiones de Ashanty, el negro segundo de Los Niches del Rap, raíces de Los Mensajeros, negro y qué de los Farsantes, entre otras, se destacaron en lo que sería la época dorada del Rap en la ciudad en la década de los noventas. Lo que llama la atención es que dichas canciones no tuvieron la repercusión que se esperaba, contrario a lo que pasó con canciones como “las Calvas” de Los Primos del Rap que pese a ser una canción que denigraba de las mujeres afros por su cabello y les criticaba el uso del pelo sintético, se convirtió en un himno para la juventud aguablanqueña, eso reflejaba la falta de conciencia, apropiación y autoreconocimiento de la población afro en ciudades como Cali, dejando claro que dicha actitud no era exclusiva de los raperos.
Luego de esta década los raperos en la ciudad le cantarían a todo menos al racismo, siendo Cali la segunda ciudad en Latinoamérica con mayor población afro, y siendo una de las ciudades más racistas de Colombia. Se les cantaba a todas las problemáticas sociales, a la guerra, a la violación de los DDHH en general, pero no al racismo, se supone que es por la naturalización del racismo y por la idea que se ha vendido de que ese tal racismo no existe. La escena Hip Hop en el orden nacional se articulaba a distintas dinámicas sociales pero no al movimiento negro, por un lado porque para las organizaciones afrocolombianas los Hip Hoperos no eran atractivos para sus luchas, y por el otro porque los y las raperas afros habían caído en la trampa de pelear por todo, por todos y por todas pero no por lo suyo, por lo propio.
Sin embargo, parecía que estos sucesos eran consecuencia de algo mayor y era la manera como la cultura Hip Hop había llegado a nuestro país. En la historia que han contado hay algo que merece la pena aclarar, y es que el mismo relato histórico de cómo llegó el Rap a nuestro país ha sido tergiversado, contaron que el Rap entró a través del cine y de algunas emisoras comerciales. Incluso algunos exponentes de la denominada vieja escuela del Hip Hop colombiano se resisten a aceptar una de las versiones que más fuerza tiene, pese a la resistencia que se la endilgado, y es que el Rap entró por los puertos negros de Buenaventura y Cartagena, y que esta música se regó a través de polizones que desde estos puertos llegaban a los EEUU y enviaban a sus familias los casetes, LPs y vídeos en formato VHS.
Esta dicotomía devela la postura racista e incluso clasista que prima en la historia “oficial” de la llegada del Rap a la ciudad. Podríamos pensar entonces que la desaparición inexplicable de las líricas de contenido anti racista existentes entre los años ochenta y noventa no obedecieron a una casualidad sino a una política de exterminio ideológico. También podríamos pensar que ese estigma y censura invisible que se le mantiene al Rap en nuestro país obedece igualmente a este libreto añejo en contra de un movimiento cultural, que en medio de su periodo de incubación aporta a la subversión frente a lo mal establecido.
Se resalta la labor hecha por personas del círculo del Hip Hop y fuera de este, por insistir en la formación y el fortalecimiento de las identidades étnicas de los y las artistas del Hip Hop. Se resalta también el incansable trabajo de raperos y raperas a lo largo del territorio nacional como Haga Que Pase, LPA, Midras Queen, Chocbquibtown, Profetas, Mc Julo, Zalama Crew, Combileza Mi, entre otros, que no son otra cosa que resultado del trabajo que hicieron en los ochenta agrupaciones como Los Amigos del Barrio, Identidad Rap, Ashanty y Alta Tensión, entre otros.
Esta breve reflexión es un homenaje a todas y todos los artistas mencionados, es en homenaje al pueblo afrocolombiano históricamente perseguido, empobrecido, ultrajado, tenemos el reto de unificar nuestras voces para romper con el silencio que se nos impuso desde hace más de tres décadas. Es en honor a un movimiento cultural que se niega a desaparecer, que conserva su carácter popular, su postura contra el sistema capitalista y neoliberal, y su espíritu de lucha social, político, solidario e internacionalista junto a los de abajo.
Nos quedan algunas tareas, la primera de ella escribir, la segunda respondernos las siguientes preguntas urgentemente; ¿Cuál ha sido verdaderamente el aporte de la música Rap a la visibilización y crecimiento de las luchas de los pueblos negros en Colombia?, ¿cuál es legado ancestral que tiene el Rap colombiano?, ¿cuándo, cómo y porqué se perdió el rastro al Rap de reivindicación étnico racial que se hacía en la ciudad de Cali?, ¿cuáles son los impedimentos para una articulación entre el movimiento Hip Hop de la ciudad y las organizaciones afrocolombianas? Queda abierta la discusión.
[i] Artista y Productor de Hip Hop, director del Festival Ciudad Hip Hop, de la Agrupación de Rap Zona Marginal, Coordinador General de la Fundación Hip Hop Peña, Licenciado en Educación Popular, Magister en Educación, docente de metodologías flexibles en la Institución Etnoeducativa Humberto Jordán Mazuera y profesor auxiliar Instituto de Educación y Pedagogía de la Universidad del Valle.