El juego de la libertad. Archivos de nuestras memorias
Por: Rudy Amanda Hurtado Garcés
En el territorio-región del Pacífico, hay un juego que se llama “la liber…” el cual en algunos lugares del país es conocido como “la lleva”. Aunque es importante decir que este juego tiene en cada rincón del país sus propias reglas, el juego de la liber…, en la comunidad negra de Timbiquí, Costa Pacífica del departamento del Cauca, consiste en hacer un círculo entre amigas y amigos para ir escogiendo quien va saliendo del circulo que cada vez se hace más pequeño y va desapareciendo hasta quedar solo dos personas.
La forma en que desaparecen las y los niños es a través de una canción que va acompañada de cualquier número que escoja la persona que va saliendo del circulo. Cada silaba es cantada por alguien que debe dejar caer su palma de la mano sobre el pecho de las personas que conforman el circulo. Por ejemplo, al iniciar el juego, se escoge la persona que hará el canto y dirige el circulo, por lo general es la persona de mayor edad o más fuerte, esta persona pregunta a cualquiera un número, si el número escogido es 4, acto seguido se empieza a cantar entre todas y todos: zapatito roto, cámbialo por otro si lo tienes roto, 1, 2, 3, 4. A quien le caiga la palma de la mano en el pecho el número 4 sale del circulo, y así sucesivamente se repite hasta quedar dos personas. Si a la persona que dirige el círculo le cae su propia palma de la mano en el pecho, sale del circulo y lo reemplaza la persona más mayor y fuerte que quede dentro del circulo.
Después de repetir una y otra vez, finalmente quedan dos personas, paso seguido se declara la libertad y cada jugador que alcanzó a salir del circulo inmediatamente sale a correr para luchar por su libertad. Estas dos personas tienen el rol de ser los perseguidores, tiene que salir a correr para perseguir y capturar a los libres. Cuando capturan un libre lo llevan a prisión que casi siempre es una palo grande y fuerte.
En medio de la correría, los dos perseguidores hacen una división del trabajo, uno se queda cuidando las personas capturadas y el otro sale a perseguir para continuar capturando. Paralelamente los libres hacen alianzas para liberar masivamente los capturados, corriendo el riesgo de ser capturados todas y todos, pero eso no es lo fundamental, lo importante es liberarse todas y todos, incluso, en muchos juegos, a veces queda una sola persona libre, quien liberaba a los demás arriesgando su propia libertad.
Jugar también nos narra nuestra historia. Esta breve etnografía da cuenta de la existencia de vestigios arqueológicos del palenque como proceso de insurrección y confrontación al sistema esclavista colonial. Este no es un solo juego, es un archivo, un lugar que produce memoria, es una fuente historiográfica.
Con esta evidencia empírica, pudiésemos decir, que el rol de los perseguidores representa el grupo de rancheadores, cazadores de esclavizados, quienes buscaban las ubicaciones de palenques y cimarrones para recapturarlos y entregarlos a su esclavizadores. A los rancheadores-cazadores se les pagaba alrededor de diez pesos por cada palenquero o cimarrón recapturado[i]. También da cuenta de la lucha por la libertad de las y los esclavizados quienes huían individual y colectivamente, se cuidaban así mismo y mutuamente, creaban estrategias para liberar a las y los demás, incluso arriesgando su propia libertad.
La historiografía entorno al “cimarronaje” y los “palenques” durante los siglos XVI, XVII y XVIII, en lo que hoy es Colombia, crea los relatos que dan cuenta de estos procesos de insurrección y confrontación al sistema esclavista colonial casi exclusivamente desde las fuentes del archivo dominante. Esta forma de institucionalización de la verdad produce imágenes sobre los palenques utilizando como única fuente los vestigios arqueológicos expuestos en los grandes archivos nacionales e internacionales.
La circulación masificada de la idea del palenque y del cimarronaje desaparece del relato de la vida cotidiana del pueblo negro y de la sociedad colombiana para ser ubicado en otros espacios y tiempos, alejados del aquí y el ahora. Hay que cambiar las fuentes, técnicas y métodos historiográficos para que aparezca un nuevo sistema enunciativo sobre la memoria.
Siguiendo a la historiadora colombiana Alejandra Londoño en su artículo, Historiografías feministas para la descolonización (2019), los archivos escritos, la oralidad, la literatura, la pintura u otras fuentes, son espacios de producción de saberes y conocimientos, y, por ende, deben ser leídos, interpretados y analizados con el mismo cuidado a la ahora de afirmar que en ellos se encuentra la verdad. Lo cual no implica necesariamente un rechazo de los archivos coloniales como fuentes, sino más bien ampliar la mirada y entender el archivo como materialidad cultural de producción de hechos.
El filósofo francés Michel Foucault en su libro arqueología del saber, publicado en 1969, alude que un enunciado puede ser el mismo representado como manuscrito en una hoja de papel, publicado en un libro, puede ser pronunciado oralmente, impreso en un cartel, incluso producido en equipos de reproducción y grabación (magnetófono). Es decir, un enunciado es una materialidad, un conjunto de prácticas y reglas anónimas que se repiten en el tiempo y el espacio con regularidad. La repetición cotidiana de este proceso crea el archivo, lugar que guarda cuidadosamente el saber. Esta nueva idea de archivo desde la mirada analítica de Foucault, cuestiona los lugares de producción y circulación de la “verdad”, entre ellos el archivo, espacio representado como una institución que guarda y administra la verdad a través de documentos escritos y hablados para su preservación, consulta e investigación. La veracidad de lo dicho y escrito debe ser legitimado por este régimen de verdad, de lo contrario queda entredicho.
Además del cuestionamiento de lo que constituye un régimen de sujeción y poder, Foucault nos propone utilizar la noción de arqueología para insurreccionar los saberes históricamente sometidos, lo cual implica desde mi perspectiva, excavar cuidadosamente los lazos sintácticos y semánticos que han permanecido en las márgenes, por fuera, en los bordes de la noción dominante de archivo.
La liber… aparece en la cotidianidad de las y los niños en Timbiquí como un simple juego, sin embargo, una mirada rápida a las frases y a las prácticas que se reproducen en éste, puede llevarnos a la comprensión de un pasado que sigue siendo voz en este presente. En los juegos también están nuestras memorias, son un archivo que tendrá que ser revisado con mayor rigor, pero en donde sin lugar a dudas yace mucho de lo no contado por la historia oficial, mucho de lo que no encontraremos en los archivos que son papel y que también hacen parte de este rompecabezas.
Como dice el cantautor afrocubano Maikel Blanco, en su canción Mi Monte: cuenta la historia que hace algún tiempo lejano había un esclavo que del abuso se cansó y decidió que el monte, la manigua era su mejor opción o su puerta de salida y emprendió su recorrido…
[i] Ver, Helg, Aline. 2018. ¡Nunca más esclavo! Una historia comparada de los esclavos que se liberaron en las Américas. Banco de la República/Fondo de Cultura Económica trad. Juliana García, Bogotá.