Muertos por goles
Por: John Jairo Blandón Mena
Un hecho que demuestra inobjetablemente la decadencia moral de buena parte del mundo ante el capital, es lo que viene aconteciendo en Catar desde 2010 en el marco de la construcción de la infraestructura deportiva y de servicios para el mundial de futbol que tendrá lugar en ese país: más de 6.500 trabajadores inmigrantes principalmente de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka han muerto por causas asociadas directa o indirectamente a la ejecución de las obras. Y, aunque la cifra revelada por el medio británico The Guardian es dantesca, ella podría ser mayor, si se tiene en cuenta que, según la propia oficina de ese gobierno árabe, en ese rubro no están incluidos los decesos de los nacionales filipinos y keniatas que suman un número considerable de mano de obra.
Los trabajadores que levantan un nuevo aeropuerto, decenas de carreteras, varios hoteles, una nueva ciudad y siete estadios de fútbol tienen que soportar golpes de calor que durante los cuatro meses de verano en esa zona del Golfo Pérsico oscilan entre los 40 y 50 grados centígrados. La Organización Mundial de la Salud (OIT) en reciente investigación señaló que el estrés térmico es el responsable de buena parte de las pérdidas de vidas humanas en Catar, el exceso de calor para los trabajadores que laboran al aire libre puede provocar insolaciones, que podrían llegar a ser mortales. Según los datos recogidos de las autopsias alrededor del 70% de las muertes más comunes fueron descritas como “muertes naturales por insuficiencia cardíaca o respiratoria aguda”.
Lo anterior, sin dejar de mencionar los múltiples señalamientos que a ese país se le han hecho por la violación de los derechos humanos en el marco de relaciones laborales con inmigrantes, que bien, podrían llamarse esclavistas. Human Rights Watch (HRW), Amnistía Internacional (AI) y la misma OIT han coincidido en denunciar hechos constitutivos de violaciones a la dignidad humana de esos trabajadores: impago de salarios, discriminaciones de toda índole, restricciones indebidas, trabajo forzado, vivienda en lugares hacinados y carentes de higiene. Lo que afirma un obrero metalúrgico nepalí referenciado por el informe de AI, que trabaja en la construcción del Estadio Jalifa en Doha retrata claramente lo que a todas luces es una relación esclavista “El jefe de la obra nos dice permanentemente, estos hombres están dando problemas, son unos vagos. Vigílenlos de cerca. Si no se presentan a trabajar o intentan escapar, den parte de ellos a la policía”.
Y, todo este escenario de violación de la dignidad humana que lleva más de una década se ha hecho ante los ojos del mundo y de una entidad que como la FIFA, opera como una gran mafia internacional que rige un deporte que genera más dinero que cualquier multinacional. No hay que olvidar “El Qatargate”, escándalo de corrupción a instancia de esa entidad, en la que el pequeño estado árabe utilizó sus petrodólares para sobornar y comprar su designación como sede del mundial de futbol de 2022.
En medio de esta decadencia moral de buena parte del mundo genuflexo ante el capital, surge la voz rebelde de Noruega y Alemania, cuyos seleccionados de futbol en la pasada fecha de eliminatorias al mundial portaron una camiseta con la frase “Human rights on and off the pitch” que traduce «Derechos humanos, dentro y fuera del campo”, como una protesta en contra de la realización del mundial en un país que no tiene el más mínimo respeto por las garantías laborales consagradas en los distintos instrumentos internacionales de alcance universal.
Entretanto, por este lado suramericano, las federaciones nacionales de futbol, casi todas con sus máximos dirigentes o exdirigentes presos o sub júdice por actos de corrupción, poco o nada dicen al respecto; en Colombia, quien preside la Federación Colombiana de Fútbol, fue hallado responsable de constituir un cártel mediante el cual, él y otros dirigentes operaron la reventa de boletas de los partidos de la pasada eliminatoria mundialista con sobrecostos de 350%, y aunque la Superintendencia de Industria y Comercio le impuso una multa de $16.000 millones de pesos; él sigue en su cargo; así que, personas de esa calaña carecen de la autoridad para exigirle a la élite mafiosa del futbol mundial que actúe con dignidad, tal como lo hicieron Alemania y Noruega.