El derecho a la vida y la justicia ambiental: temas cruciales en la solución a la guerra en Gaza

14 de enero de 2024

Por: María del Rosario Mina Rojas[i]

Entre el genocidio y la catástrofe ambiental, los costos de la guerra Israel-Palestina son más altos de lo que estamos pensando.

El impacto ambiental de esta guerra y la sola reconstrucción de la franja de Gaza, son de por sí preocupaciones ambientales que deben sumarse a la gran preocupación por el escalonamiento de la pérdida de vidas humanas. Los acuerdos de la COP28 no prometen mucho si la escalada bélica no se detiene, más aún si, después de que Sudáfrica presentara el caso de genocidio ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU, seguido por Jordania[ii], Turquía, Malasia, Bolivia y Colombia que ya expresaron su apoyo al caso, Israel decidiera extender su agresión, no solo escalar represalias contra Palestina.

Frente a la guerra entre Ucrania y Rusia se temió el escalamiento a una tercera guerra mundial. La radicalidad y sentido de impunidad de Israel, y la determinación del pueblo Palestino a mantener su lucha por la libre determinación y su derecho al territorio como pueblo y como Estado, podrían terminar involucrando otros países y una declaratoria de guerra nuclear de impacto mundial.

La situación de un conflicto que supera cualquier límite en la historia de violaciones al derecho internacional humanitario, requiere menos pronunciamientos y más acciones. La protección del derecho fundamental a la vida debe acompañarse, en el caso de la guerra entre Israel y Palestina, con una seria evaluación y establecimiento de mecanismos para garantizar la prevención y control de mayores daños ambientales y la justicia ambiental para lxs sobrevivientes. Pérdida de territorio, recursos naturales, calidad de vida, calidad del ambiente, además del patrimonio cultural son parte de los componentes de un proceso de justicia reparadora y restaurativa colectiva en un camino de búsqueda de paz.

Además del genocidio, la Guerra Israel-Palestina es causante de una gran emergencia ambiental, particularmente en la franja de Gaza donde se concentra la acción bélica que ha devastado, además de la calidad de la vida y la vida física en general, la tierra, el agua y el aire en este territorio.  Solo entre octubre 7 y noviembre 1, 2023, Israel arrojó 25 toneladas de explosivos sobre Gaza (42 bombas por hora), equivalente a 2 bombas nucleares, en un bombardeo a 12 mil objetivos militares, con un récord que excede 10 kilogramos de explosivos por individuo[iii], y una producción de emisiones de carbono equivalente al consumo anual de energía de 2.300 casas o la emisión de aproximadamente 4.600 vehículos de pasajeros en un año[iv]. Estas cifras no se comparan con los 2.500 misiles lanzados por Hamas en el ataque que generó la respuesta de Israel.

Polvo y escombros de casas, edificios, hospitales, escuelas y campos de refugiados, además del bloqueo por parte de Israel a la entrada de cualquier tipo de combustible y las restricciones del acceso al agua potable, se convierten en serios peligros ambientales. El bloqueo de entrada de combustibles detuvo el funcionamiento de las plantas de tratamiento de aguas residuales causando el desecho diario de 130 mil metros cúbicos de desechos sin tratamiento al mar Mediterráneo[v]. Incendios y destrucción de edificios, algunos con almacenamiento de diferentes materiales químicos constituyen un riesgo de polución con substancias peligrosas para las personas y el ambiente. Miles de cadáveres sepultados bajo los escombros amenazan infecciones y pandemias, sin contar con que el desplazamiento forzado se convierte también en un problema ambiental para las áreas receptoras. Se ha reportado que el fósforo que contienen las armas blancas lanzadas sobre Gaza se mantendrá en el ambiente por años y que el suelo terminará siendo infértil[vi], sin hablar del impacto de largo plazo y mortífero en los cuerpos de mujeres, niñxs, hombres, jóvenes y viejos palestinos.

Por otra parte, aviones, tanques y, en general, máquinas y armamento de Guerra tanto en su producción como en su operación usan altas cantidades de combustible fósil, produciendo altas cantidades de dióxido de carbono. según Al Jazera, reportes sobre la Guerra en Ucrania han dejado 100 millones de toneladas de carbono en la atmosfera. Se estima que, globalmente, las fuerzas militares son grandes emisores de gases de efecto invernadero, aún más que las industrias de aviación o transporte comercial (hasta 5% contra 2% respectivamente)[vii]. No obstante, la industria y las autoridades militares no están obligadas a reportar estas emisiones bajo argumentos de seguridad, lo cual no permite un seguimiento y control adecuados.

Lo más grave de esta situación es que, aun si la Guerra se detuviese y el conflicto fuese resuelto, la reconstrucción de Gaza tendrá un alto costo ambiental, considerando la enorme emisión de carbono que esta reconstrucción implicaría. Solo en una franja de 365 kilómetros cuadrados como la de Gaza, la reconstrucción de infraestructura física que implica grandes cantidades de producción de cemento, hierro y materiales metálicos serian un factor contaminante que acumularía al ya catastrófico estado ambiental de este territorio.

Derechos humanos y emergencia climática

En la COP27, Israel se comprometió con alcanzar “net-zero” para el 2050. De quedarse con la franja de Gaza, sería prácticamente imposible cumplir esta meta, especialmente si su objetivo de expulsar por completo a los palestinos de su territorio costara otros años más de guerra y destrucción ambiental. Desafortunadamente ni en COP 27 ni en COP 28 se hizo ninguna referencia al impacto ambientales de los conflictos bélicos, si bien hubo referencias de repudio contra la respuesta extrema de Israel al ataque de Hamas en octubre 2023. Hablar de violación de derechos a la vida sin relacionar con estos el derecho a un ambiente sano y viceversa, deja vacíos en ambos ámbitos del compromiso de los Estados con la justicia, la democracia y la paz. La guerra Israel-Palestina representa graves e insostenibles problemas ambientales que COP no podrá ignorar, al igual que ha empezado a ser difícil para el mundo ignorar que se ocurre un genocidio en Palestina.

En diciembre, en la reunión de COP 28 los Estados se comprometieron de nuevo con el control del calentamiento global (en Israel y áreas aledañas, las temperaturas ya se han incrementado en 1.5 grados C[viii]).

Para limitar el calentamiento global a 1,5ºC, el acuerdo establece que se deben reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero un 43% hasta 2030 y un 60% hasta 2035 en relación con los niveles de 2019, y alcanzar las emisiones netas de dióxido de carbono cero para 2050.

Al paso que va la Guerra entre Israel y Palestina, considerando la incontrolable escalada de agresión bélica por parte de Israel, con poderosa y altamente dañina munición, se puede esperar realmente la reducción en un 43% del efecto invernadero para 2030? Estamos a solo 6 años de esta meta con una Guerra que genera grandes emisiones de carbono, alta contaminación y polución por hora en una franja geográfica de 365 kilómetros cuadrados.

En contextos de conflicto armado, hay normatividad tendiente a la protección del ambiente y los recursos naturales, especialmente, el Protocolo Adicional I de la Convención de Ginebra de 1949, del cual Israel no hace parte, y el Estatuto de Roma de la Corte Internacional Criminal (1998)[ix]. Así como hay responsabilidad en prevenir o parar el genocidio, hay responsabilidad de prevenir daños irreparables al ambiente y la naturaleza en territorio palestino. Dado el actual curso de acontecimientos, al menos un llamado al respecto es más que relevante.

El Presidente Lula Da Silva de Brasil dijo en la COP 27; “estamos al frente de lo que puede ser el reto más grande que la humanidad haya enfrentado hasta ahora… El lugar de unir fuerzas, el mundo está yendo a guerras. Esto alimenta divisiones y profundiza la pobreza y las desigualdades”. Sudáfrica decidió pasar de las declaraciones a la acción, demandando ante la Corte Internacional de Justicia de ONU a Israel por el crimen de genocidio. Colombia ha decidido dar su paso de apoyo con acciones. Mientras las decisiones de apoyo a esta acción justa y necesaria se hacen esperar de análisis de conveniencia geopolítica, ¿serán acciones para detener el ecocidio en Palestina y sus efectos globales en la crisis ambiental, una opción más plausible a los intereses y conveniencias de la geopolítica mundial?

Proteger el derecho a la vida está demandando acciones comprehensivas, urgentes y radicales.

[i] Embajadora de Colombia en Sudáfrica.

[ii] https://www.middleeastmonitor.com/20240105-fm-jordan-supports-south-africas-genocide-case-against-israel-in-ijc/

[iii] https://euromedmonitor.org/en/article/5908/Israel-hits-Gaza-Strip-with-the-equivalent-of-two-nuclear-bombs

[iv]  https://www.aljazeera.com/news/2023/12/5/is-israels-war-on-gaza-also-hurting-the-climate

[v] https://tcf.org/content/commentary/war-has-poisoned-gazas-land-and-water-peace-will-require-environmental-justice/

[vi] https://www.lawfaremedia.org/article/perhaps-lawful-but-awful-the-environmental-impacts-of-the-israel-hamas-war

[vii] https://www.nature.com/articles/d41586-022-03444-7

[viii] https://time.com/6242238/climate-change-israeli-palestinian-politics/

[ix] https://www.lawfaremedia.org/article/perhaps-lawful-but-awful-the-environmental-impacts-of-the-israel-hamas-war

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