Pete “El Conde” Rodríguez: un sonero con conciencia
Por: John Jairo Blandón Mena
Mañana se cumplirán 20 años de la muerte de Pedro Juan Rodríguez Ferrer, ese quien no solamente fue un cantante de música afroantillana sino un verdadero intérprete y sonero. Nació en la Cantera de Ponce, lugar que parió a otros grandes artistas como Héctor Lavoe y Cheo Feliciano, allí su padre, quien hacia parte de un cuarteto que tocaba en fiestas sociales, lo enroló desde sus seis años a la ejecución del bongo y a cantar canciones populares puertorriqueñas.
Tal como ocurrió en la primera década del siglo pasado y sigue aconteciendo hasta hoy, gran parte de los jóvenes puertorriqueños emigran a los Estados Unidos en busca de lograr mejores horizontes, Pedro Juan Rodríguez Ferrer, siendo un adolescente y tras la muerte de su padre se trasladó al país del norte en 1946, allí viviendo con una tía, muy pronto se vinculó a varias orquestas en el oficio de percusionista que ya conocía, también tuvo un fugaz paso por la Típica Novel y la Orquesta Broadway. De igual manera, participó en coros con la Sonora Matancera y hasta acompañó en algunas ocasiones a Benny Moré en los bongos.
En un extenso dialogo telefónico que sostuve con Cita, hija menor de los seis descendientes de Pedro Juan Rodríguez Ferrer, para lograr consolidar esta columna, ella me confirmó que su nombre artístico “El Conde” fue autoría de su barbero, que, debido a su porte, su manera impecable de vestir y su pinta lo nombró de esta manera, apelativo por el que sería conocido a lo largo y ancho del mundo: Pete “El Conde” Rodríguez.
Hubo un hecho trascendental en la vida del “El Conde” que marcaría de manera definitiva su pensamiento artístico y su futuro como interprete y sonero. Haber sido reclutado para servir al ejército estadounidense durante la guerra de Corea, en una época donde imperaba un profundo racismo institucional en ese país, que hizo que Pete padeciera numerosas injusticias por su color de piel, que a la postre, generaron una conciencia étnica que se puede apreciar en varias de sus melodías posteriores: Babaila, la abolición, el Conde Negro, areito va sonar y primoroso cantar, por citar solo algunas.
Mi contertulia fue enfática en afirmar que su padre fue una persona profundamente orgullosa de su origen latino y africano, sus interpretaciones siempre evidenciaron esa condición, escuchar canciones como “Pueblo Latino” muestran que “El Conde” tenía absolutamente claro que el artista más que entretener a una multitud, tenía la misión de ejercer un activismo político en contra de las injusticias y la desigualdad.
Pete estuvo en 1963 con Johnny Pacheco, grabaron un álbum titulado “Suavito” donde predominaba el ritmo de Charanga, un año después, con la creación del sello Fania y concomitantemente de la Fania All Stars, por su calidad y talento musical “El Conde” fue designado el primer cantante de esa constelación de estrellas, y se le dio la responsabilidad de con su voz posicionar ese ambicioso proyecto de producción musical. Su primero de varios álbumes con la Fania, se grabó en vivo en el pequeño bar Red Garter de Nueva York, en el que alternó con Héctor Lavoe, Ismael Miranda y Adalberto Santiago, y en que la canción “Me gusta el Son” fue éxito rotundo.
Sin embargo, a la par de ese naciente ascenso con la Fania, “El Conde” se separaba de su compadre Pacheco, e incursionaba como cantante en la orquesta Sensación del pianista cubano Rey Roig, con quien produjo varias melodías, especialmente ese maravillosa “El rincón”.
Luego de este corto periplo, Pete vuelve y se une con quien formó su mejor dupla en su vida musical: Johnny Pacheco, a partir, de 1966 con mayor madurez musical se vino una avalancha de éxitos que catapultaron a Pete “El Conde” Rodríguez como uno de los mejores soneros en la historia de la música afroantillana. Con Pacheco produjeron alrededor de 15 trabajos discográficos, entre los que se destacan: Suavito (1963), Cañonazo (1964), Pacheco at NY World Fair (1965), By popular demand (1966), Sabor típico (1967), Volando bajito (1968), La Perfecta Combinación (1970), Los Compadres (1971), Tres de café y dos de azúcar (1973); entre otros.
Al igual que, Richie Ray y Bobby Cruz, es difícil encontrar una historia de tanto éxito en una dupla de músicos tan excelsos. Su compadrazgo ayudó mucho a fortalecer esa relación en la que se produjeron trabajos hasta 1989, siendo el último, el titulado “Celebración”, que bien vale decirlo, tiene desde mi humilde apreciación musical, una de las mejores adaptaciones de la canción cubana “Guantamera”; y ni que decir, de esa melodía “El tumbaito”.
Pero, el gran Pete “El Conde” Rodríguez nos dejó también un enorme legado como solista, unos ocho trabajos entre los que resalto: El Conde (1974), en las que incluyó a “Babaila” y al “Conde Negro”; Este negro si es sabroso (1976) donde escuchamos a “La abolición” y “Pueblo latino”; A touch of class (1976) con melodías como “Areito va sonar”, “Mi bongo antillano” y “Rayo veloz”; Soy la ley (1979) en las que interpretó el tema que le da nombre al álbum, y esa maravillosa canción escrita por Ramón Rodríguez “mi negra Mariana”.
Sin duda, mi dialogo con Cita Rodríguez, la primogénita del “El Conde”, quien es maestra bilingüe en una escuela pública del condado del Bronx en Nueva York, culminó con una anécdota que marcaría la incursión de ella en el ámbito musical cantando el inmenso legado de su padre. Siendo aún adolescente Cita, su padre tenía que dar un show en la televisión local, Tito Cruz, el ex vocalista de Roberto Roena, y quien fungía de corista de Pete, no podía asistir por cualquier dificultad personal, así que, Pete “El Conde” Rodríguez conociendo el talento artístico de su hija le preguntó ¿Tú te atreves a hacer coros conmigo?; su respuesta afirmativa fue el inicio de una carrera que aun continua haciéndole siempre homenaje a su padre, que para muchos, fue el más grande sonero en la historia de la música afroantillana.
*Imagen tomada de: archivo periodicolaperla.com