18 de enero de 2024
Por: Arleison Arcos Rivas
Los retos que Cali, capital del Valle del Cauca y una de las principales ciudades del país, debe enfrentar para darle coherencia a sus apuestas para el desarrollo, son gigantescos. No sólo por las particularidades típicas de la ciudad colombiana, cosmopueblerina, turbulenta y desarticulada; sino porque su historia reciente está signada por graves procesos de corrupción administrativa, desestabilización económica, fronterización territorial y fraccionamiento social.
Pese a que en el pasado la ciudad se concebía a sí misma como cívica, caracterizada por hábitos ciudadanos de cuidado de la vida, protección ambiental y buenas maneras; ingresó al siglo XXI con padecimientos catastróficos, asociados al incremento de los fenómenos de violencia, control territorial por parte de bandas y combos,
En el desajuste social y el desbarajuste político que padece el país, la propuesta de Cali imaginada como Distrito Especial Deportivo, Cultural, Turístico, Empresarial y de Servicios debe concitar el interés y participación de quienes se sientan involucrados y motivadas para darle sentido y coherencia a sus dinámicas sociales, políticas y territoriales.
Si “Cali es Cali y lo demás es loma” puede seguir siendo un jocoso lema para referirse a la magia y el encanto que representa la animosidad de la vida, la rumba y la gastronomía en la Sultana del Valle, resulta imperioso abandonar imaginarios que dibujan a muchos de sus habitantes como indeseables, requiere concitar voluntades que conciban el desarrollo integrado y no se concentren en administrar negocios particulares o mediados por la apropiación del erario y, de modo especial, es preciso armonizar a la ciudad para romper con sus intercambios violentos, faccionalistas y racistas.
- Integrar una sola ciudad
Cali no está integrada. Ni del puente para allá, por su política de ciudad región, ni en sus callecitas que se ven bonitas con farolitos. La calentura que registra la ciudad no sólo se mide en sus altas temperaturas, sino en el agravamiento de los principales indicadores de desarrollo: el déficit ocupacional, habitacional y de ingreso es protuberante.
Los coletazos del estallido social y la proliferación de factores de malestar se expresan, demandando acciones decididas por parte de los nuevos mandos públicos.
Sumado a ello, crece la urgencia de que Cali se entienda como ciudad región, con capacidad de integrar sistemas logísticos, viales, habitacionales y penetración de servicios en el circuito que incluye a Buenaventura, Yumbo, Jamundí, Palmira, Pradera y Florida.
- Respeto a las leyes, normas y acuerdos ciudadanos
Caído el telón del civismo, la anomia caracteriza una ciudad con un tejido social hilachento, bastante deteriorado. Desde las prácticas cotidianas que ocupan el espacio público, privatizan las vías, invaden el carril del sistema masivo de transporte y asaltan los semáforos, hasta los más sonados casos de apropiación indebida, defraudaciones y demás delitos contra la hacienda pública, crecen sin cesar.
Que la ley recupere su imperio simbólico, resulta una preocupación marcada de las familias, las instituciones educativas y las autoridades locales, preocupadas por el fortalecimiento de las competencias ciudadanas en quienes habitamos la ciudad, de manera que se fortalezcan las dinámicas de autorregulación, de la mano de las regulaciones consentidas y afirmadas.
- Una administración pública saludable.
Aunque en el pasado tuvo momentos brillantes, liderada por una pléyade de dirigentes de renombre, el presente resulta deslucido y amenazante, pues los hechos de corrupción se han acumulado en varias administraciones anteriores.
La pasada, por ejemplo, culminó con los peores indicadores de impopularidad y un fuerte rechazo por los procesos administrativos, disciplinarios y penales que podrían enfrentar varios funcionarios y el exalcalde, igualmente.
Como parte del proyecto de ciudad con futuro, Cali debe aplicarse a elevar la solvencia moral y la legitimidad en sus administradores y funcionarios públicos, algo bastante complicado cuando el país entero anda desinstitucionalizado y prevalece el corporativismo y la clientelización en el trámite de los asuntos públicos. En la ciudad es urgente adoptar la honradez y la probidad como ritual en el manejo de los asuntos públicos.
- Impactar los fenómenos de violencia y acumulación de desgracias
Los indicadores delincuenciales y de inseguridad en Santiago de Cali son alarmantes en grado superlativo, afectando la estabilidad humana, la solvencia de los negocios y la competitividad de la ciudad.
Las economías ilegales y la emergencia de actores multicriminales ahondan la crisis de Cali y del corredor Pacífico en el que se expresan buena parte de los fenómenos de criminalidad y violencia asociados al tráfico desregulado de dineros, drogas, armas y seres humanos. Además, la ciudad ha tenido elevadas tasas de homicidio y hurtos en personas, autopartes y motocicletas, promoviendo entre los ciudadanos, cada vez con mayor frecuencia, resoluciones violentas de hecho.
Una sostenida política de seguridad ciudadana, que se centre en intervenciones sociales con alta incidencia en la pacificación de los territorios, y presencia institucional que desestimule la conformación de organizaciones delictivas, requiere el concurso de las autoridades en sus diferentes niveles; más allá de la sola aplicación de medidas de fuerza.
- Consolidar la empleabilidad y nuevos sistemas empresariales
El desempleo en la ciudad ha cedido, pero sigue siendo protuberante la precariedad del empleo juvenil. Aunque las fuentes de autoempleo y ocupación a cuenta propia han crecido, se evidencia igualmente que la ciudad resulta atractiva para que se asienten en ella y sus alrededores diferentes empresas, especialmente las que requieren nuevas ocupaciones asociadas a los negocios en la nube, la codificación y automatización.
- Afianzar la sostenibilidad ambiental
El DAGMA ha sido fuertemente cuestionado por promover favoritismos y prebendas en la aprobación de proyectos de intervención que claramente han vulnerado las condiciones de control, protección y cuidado arbóreo e hídrico en la ciudad; además de mostrarse débil en la implementación de medidas coercitivas o sancionatorias ante las flagrantes afectaciones.
- Seguridad alimentaria garantizada
Que Cali es, también, una ciudad rural, no cabe duda. Sus 15 corregimientos se extienden por una amplia franja territorial que reclama mayor atención e inversiones para garantizar la soberanía alimentaria en la zona urbana, tanto como requiere el cuidado de las zonas de ladera y la protección de la riqueza en flora y fauna asociada a los farallones, seriamente afectados por la minería ilegal.
La ciudad debe considerar la importancia de fortalecer capacidades instaladas en el sector rural para que se garantice la producción de alimentos, plantas medicinales y recursos forestales garantes del maravilloso clima de la ciudad.
- Darle sentido creativo al turismo y la internacionalización
Tanto en la zona urbana como en la ruralidad, la ciudad avanza en la expansión turística y la generación de condiciones para que se desarrollen y diversifiquen diferentes quehaceres y apuestas atractivas que afiancen las empresas turísticas asociadas a la historia, el patrimonio, la cultura, la geografía, la gastronomía y, evidentemente, la salsa y todas las expresiones artísticas, gastronómicas y culturales asociadas a la salsa, la Feria de Cali y el festival Petronio Álvarez, entre otras experiencias ya consolidadas.
Desarrollar nuevas experiencias de ciudad asociadas al turismo hospitalario y estético, diversificar la hotelería, e incluso transformar las realizaciones en sus grandes eventos emblemáticos, resulta prioritario para incrementar el número de visitantes en la ciudad.
- Infraestructuras para el servicio a la vida
La fuerte desatención a las problemáticas de movilidad, el marcado rezago en la infraestructura educativa y cultural y la deficitaria dotación de escenarios deportivos en varias comunas, suma en el cúmulo de malestares para la ciudad.
Pese a que Cali se ha propuesto ser un distrito emblemático en estos asuntos, el plan de desarrollo tendrá que apuntalar con suficiencia el incremento de los diferentes equipamientos que garanticen el mejoramiento de la calidad de vida y el fortalecimiento de la caleñidad.
- La educación, primero
Ningún colectivo humano alcanza sus propósitos compartidos sin un sistema educativo sólido, coherente y posibilitador. En tal sentido, la ausencia de un modelo educativo para la ciudad evidencia la fuerte distorsión de las acciones fraccionarias que emprenden las secretarías de educación, deportes, salud y cultura.
Apuntalar, desde la escuela, la formación cívica, la apropiación tecnológica para el siglo XXI, la conexión con el mundo físico, virtual y las economías en la nube precisa redibujar el sistema educativo de la ciudad y sus vínculos con los diferentes sectores productivos y mercantiles.
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Con el concurso de la ciudadanía y las diferentes agremiaciones, corporaciones, organizaciones y asociaciones de la ciudad, la discusión de su nuevo plan debe reconfigurar la visión de ciudad que, de cara a sus primeros 500 años, apuntale el desarrollo de Cali, una ciudad que siga aspirando a ser “flor y fruto de nuestro país”, como reza su himno.
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