La igualdad importa
14 de diciembre de 2022
Por: John Jairo Blandón Mena
Es un despropósito que, en Colombia, una nación que ha padecido como ninguna la desigualdad social, y que se posiciona como la segunda más desigual del continente, tenga que hacerse una campaña para enseñar que la igualdad importa. Los miles de hashtags que se publicaron hoy con la frase “la igualdad importa” para justificar el avance legislativo del proyecto de ley que crea el Ministerio de la Igualdad así lo corroboran. Es que hay un sector privilegiado de la población que tal como lo expresó Miguel Polo Polo en una de sus reaccionarias peroratas parlamentarias, consideran que “de desigualdad no se ha muerto nadie”.
Pareciera que, a ellos, tal como lo dice su copartidaria María Fernanda Cabal, son vagos que les hace falta estudiar. Si alguna condición mata en Colombia es la desigualdad. El mismo conflicto armado es una expresión de la desigualdad territorial del país. Que lleva a unos a azuzar la guerra desde la seguridad que les brindan sus condominios cerrados en una gran ciudad, para que otros pongan los muertos en la más recóndita y olvidada ruralidad.
Qué dirán de esa expresión las familias de los 20 niños wayuu muertos este año en la Guajira por desnutrición causada principalmente por falta de agua potable. Ese líquido vital con que cuentan los niños de las zonas urbanizadas regularmente de Bogotá, Medellín y Cali, es inexistente a unos 1.000 kilómetros al norte del país, porque la institucionalidad que no cree en la desigualdad ha privilegiado la provisión de agua a la explotación minera carbonífera por sobre las comunidades indígenas.
Colombia ha sido y es un país de castas. No solamente en lo político, sino en lo económico y en todos los ámbitos de poder real. Por tal razón, la desigualdad ha estado incrustada en la génesis y en la estructura republicana e institucional. Ese sistema ha anulado la movilidad social y ha condenado a las mayorías a morir en las mismas condiciones de precariedad con que nacen.
Proponer esquemas distintos es la tarea de gobiernos alternativos y progresistas. No puede haber cambios sino se dan pasos en el contrasentido de lo que ha sido nuestra historia. Desde luego, ninguna institucionalidad per se supera la desigualdad. El ministerio que se creará no transformará las profundas inequidades de la nación en un cuatrienio, o, mejor dicho, en un trienio o bienio que le quedará cuando empiece a operar. Pero lo que es importante, es que podrá trazar políticas públicas de mediano y largo aliento en lo que tiene que ver con garantizar mayores niveles de dignidad a los y las nadies de esta nación.
El Ministerio de la Igualdad debe cambiar las formas centralistas como el Estado se ha acercado a las poblaciones excluidas, con fórmulas y acciones preconcebidas por tecnócratas distantes de las realidades. Es necesario que esta institucionalidad les dé el protagonismo a las mujeres, a las diversidades sexuales, a los pueblos étnicos, a lo jóvenes, a los campesinos y a todos los segmentos poblaciones que han estado al margen del poder, para que ellos, ellas y elles definan las rutas para reivindicar su vida y materializar sus derechos.
Este ministerio quedará en las mejores manos. Francia Elena Márquez Mina, es la evidencia de que la superación de las desigualdades es fundamental para generar oportunidades de vida.