28 Septiembre de 2021
Por: John Jairo Blandón Mena
La crisis del actual gobierno no solamente está representada en sus constantes desatinos, en donde el que sobreviene supera con creces al anterior. Hay una completa desconexión entre las demandas ciudadanas y las ejecutorias gubernamentales. La inmoralidad pública y la complicidad con funcionarios corruptos o antipopulares se volvieron parte del paisaje en este nefasto cuatrienio direccionado desde Llanogrande y Montería, y no desde la “Casa de Nari”.
Ante la forzosa salida por presión popular de funcionarios con procederes irregulares, antiéticos o ilegales del Gobierno Nacional, éstos en cuestión de semanas o meses son ubicados en cargos de mayor responsabilidad y poder de decisión que aquellos que fungían. Estas acciones son una completa burla a la nación y una muestra del criterio mafioso, clientelista y arrogante con que se maneja la institucionalidad.
Es el común denominador, el modus operandi de este Gobierno altamente preocupado por garantizar la continuidad del proyecto de la élite en el próximo periodo, tal como lo demuestra su desesperación por eliminar la ley de garantías. Aquí, el alto funcionario que se cae por corrupto, queda parado en algún otro cargo donde se le absuelven sus faltas disciplinarias, fiscales o penales por obra y gracia de la Procuraduría, la Contraloría y la Fiscalía totalmente genuflexas al ejecutivo.
El exministro de defensa Guillermo Botero, quien tuvo que renunciar a su cargo finalizando el 2019 por ordenar un bombardeo del Ejército en el Caquetá en el que siete menores de edad fueron asesinados. Muertes que ocultó y hasta presentó ese crimen de Estado por los medios como una “operación militar exitosa”. Hasta que en debate de moción de censura se presentaron pruebas irrefutables de sus conductas criminales. Pues, hoy, en vez de estar bajo juzgamiento de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, se desempeña como embajador de Colombia en Chile. Justamente, a ese país austral hemos enviado lo peor de la politiquería criolla. En el 2001, estuvo allá como embajador el señor Salvador Arana, quien salió de su cargo diplomático directamente a pagar una condena de 40 años por el asesinato de exalcalde de El Roble, Edualdo Díaz y por conformación de grupos paramilitares.
Y qué decir del exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla. Quien luego de presentar un proyecto de reforma tributaria, que dejó en evidencia el carácter antipopular de este desgobierno y que condujo a la nación a una movilización sin precedentes con centenares de víctimas mortales y decenas de desaparecidos. Hoy funge como codirector del Banco de la República por delegación de Duque.
Pero, también el exministro del Medio Ambiente, Ricardo Lozano. Quien desde su cartera ni siquiera se pronunció sobre el glifosato y el fracking, en el momento que el Gobierno aceleraba su aprobación; ni hizo nada para que el proyecto de la prohibición de los plásticos de un solo uso avanzara. Además, fue nefasto en las políticas de protección del bosque natural colombiano, y despilfarró en consultorías insulsas los más de 52 millones de dólares que los gobiernos de Noruega, Alemania y Reino Unido dieron a Colombia para la protección de la Amazonia. Ese señor, hoy es el ministro consejero en el Consulado de Colombia en el Reino Unido.
Y podríamos seguir enlistando otros. La señora Juliana Pungiluppi, de quien Iván Duque es padrino de matrimonio, paso con mucha pena y sin gloria como directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Hasta sus propios funcionarios le pidieron la renuncia por enredos en la contratación de la entidad y por el desconocimiento de las políticas públicas de la niñez. Pues, esa señora, hoy es la consejera de relaciones exteriores en el Consulado de Oakland, Nueva Zelanda; por cierto, ese cargo era inexistente hasta su llegada, y tuvo que crearse para acomodarla y que pudiera estar al lado de su esposo que es neozelandés.
Estos casos que son sólo algunos de los muchísimos que evidencian la desgracia que padece Colombia en manos de esta élite putrefacta y corrupta, deberían despertar en las mayorías la determinación de elegir a legisladores y gobernantes que, sin ser mesías, le devuelvan la moralidad y la dignidad a este país que va rumbo al atolladero.
Comentarios
Artículos recientes
La forma y el fondo de la democracia
10 de octubre de 2024 Por: Arleison Arcos Rivas Muchas veces hemos
Racismo Presupuestal
8 de octubre de 2024 Por: John Jairo Blandón Mena La semana
Urge un plan de formación docente
3 de octubre de 2024 Por: Arleison Arcos Rivas Los procesos de
Sanción al cemento
1 de octubre de 2024 Por: John Jairo Blandón Mena La violencia