Del dicho al hecho

Por Última actualización: 20/11/2024

27 de julio de 2023

Por: Arleison Arcos Rivas

Desde la colonia y en su periplo republicano, Colombia ha sostenido una fuerte disparidad entre la retórica política y las dinámicas de poder, evidenciando que mucho va del dicho al hecho. Ratificando esa tradición, a un año de iniciado el actual gobierno, pese a que se fortalecen sus discursos, cuesta afirmar que en el actual escenario político el Congreso terminará apoyando y legislando a cabalidad sobre lo prometido.

A fuerza de negarse a legislar o condicionar sus apoyos, el Congreso opera como una liga de mercenarios. Y, a contracorriente de la coherencia ideológica, el actual gobierno ha acrecentado la agitación mercantil con las fuerzas políticas tradicionales buscando acuerdos que concreten las iniciativas ganadoras en las urnas. Sin embargo, como se ha visto, antes que garantizar que las reformas pasen decididamente, los partidos tradicionales buscan condicionarlas, moderar su intensidad e incluso desnaturalizarlas; alimentando la sensación de que el cambio prometido no vendrá. 

Aunque podría parecer simplista afirmar que el congreso se mueve al son de las dádivas, mirando en retrospectiva, nada impide pensarlo así. De hecho, luego de presentar y defender a todo costo las primeras reformas que densifiquen los propósitos gubernamentales, al inicio de una nueva legislatura no se advierte ni sólido respaldo ni ánimo conciliatorio que pueda crecer a partir de la discusión amplia y el debate intenso de lo que se espera sea la base de las transformaciones sociales que la gente espera.

Por una parte, la presidencia de las dos cámaras legislativas en manos del partido Alianza Verde y los moderados del Partido Liberal, suponen un inicio legislativo con garantías para que las comisiones y plenarias sean citadas oportunamente y haya pluralidad en las intervenciones de los distintos representantes de las colectividades políticas. Sin embargo, de ello no se desprende que los jefes de partidos sean consecuentes con las demandas ciudadanas. Lo que se evidencia es que, especialmente el Conservador, Centro Democrático y Cambio Radical, moverán sus fichas para torpedear el debate parlamentario, presentando contrarreformas y dilatando nuevamente las discusiones, incluso promoviendo que no se debatan ni se voten las proposiciones gubernamentales. De hecho, la elección de un político tradicional como Presidente del Senado es una clara advertencia de que la rueda todavía gira en favor del lado corporativo en esa cámara.

En la calle, los medios y las redes, igualmente, evidencian polarización e incertidumbre. El gobierno nacional busca allanar el camino a las reformas e inclinar la balanza decisional a su favor, desplegando una tímida estrategia de medios públicos, usando el Twitter como herramienta comunicativa de contacto directo con su electorado y convocando a la gente a la calle para que manifieste su apoyo. En oposición, los sectores más conservadores de la sociedad arrecian sus críticas en redes sociales, usan los medios corporativos para divulgar opiniones encendidas e incluso noticias fabricadas, y sostienen permanentes tendencias en redes en las que la burla, el racismo, la desinformación y el desprestigio son el alimento populachero contra el ejecutivo.

Tal como lo manifestó en su mensaje durante la instalación del Congreso, el pasado 20 de julio, el Presidente Petro anhela un techo político saludable para que el conjunto de las reformas haga nido y empollen. Lo que no queda claro es cuál será el costo político, financiero y emocional que cobrarán las distintas vertientes partidistas para mover sus líneas rojas. Tampoco se ha dicho cuál será la estrategia del ejecutivo para contener la voracidad presupuestal y burocrática con la que la jauría parlamentaria suele manifestarse para garantizar su adhesión a una u otra iniciativa política. Mientras tanto, queda el sinsabor de la chocante y de mal gusto expresión usada por el nuevo presidente del Senado quién, respecto de las reformas, manifestó que “aquí no puede entrar, como en un himen virginal, una propuesta y salir idéntica”, advirtiendo que les van a meter mano y no con decencia ni delicadeza, necesariamente.

Las fuerzas políticas tradicionales, representan en el Congreso a grupos corporativos y de intereses sectoriales más que a la ciudadanía, no acompañan sin vacilaciones las reformas a salud, laboral y pensiones. Eso quedó claro en las declaraciones de Iván Name: “las que salgan de acá serán las del Congreso, no las del Gobierno”, afirmó, dejando entrever lo complicado que será para Petro y sus ministros avanzar sin contratiempos con su agenda legislativa.

En suma, mientras el presidente cosecha triunfos, respaldos y adhesiones en el ámbito internacional, y sigue siendo vencedor en redes sociales, en la política real mantiene un disimulado tira y afloje con quienes incluso se muestran favorable a las reformas y al asentamiento de acuerdos, sin que exhiban sus cartas para ahondar en soluciones reales a los graves problemas estructurales del país.

La alerta es imperiosa: Si este es un gobierno popular, no lo puede ser simplemente porque apetezca de likes y favoritismo en redes. Las y los colectivos en diferentes movimientos sociales, expectantes del éxito gubernamental y sus políticas, deben articularse para ahondar la denuncia del sistema instituido, retarlo en las concepciones políticas que la gente adopta y derrotarlo definitivamente en la opinión pública y en las urnas. Por ello, ya va siendo hora de romper con esa tendencia retórica de los discursos grandilocuentes y las declaraciones convencionalistas, sin interés real por cambiar lo que, desde hace mucho tiempo, resulta insostenible y reclama pasar, decididamente, del dicho al hecho.

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