Contenido sin formas

Por Última actualización: 29/10/2025

Uno de los postulados centrales del pensamiento marxista es que la “filosofía debe transformar la realidad, no solo interpretarla”. El planteamiento puede ser plenamente aplicable al ejercicio de la política; en naciones como la colombiana, donde predomina la injusticia y la desigualdad, los políticos no pueden quedarse en la perorata discursiva que sustenta sus pretensiones electorales sin generar verdaderas transformaciones sociales.

Precisamente, el factor que avaló el ascenso al poder del progresismo en Colombia fue la esperanza colectiva que el poder político propiciaría cambios reales. Atacar el statu quo que mantiene a las mayorías del país en condiciones de vulneración de sus derechos fue quizás, la mayor motivación de millones para votar por el actual presidente Petro.

Gustavo Petro ha querido ser un reformista. Él le ha propuesto al país reorientar la institucionalidad para cumplir el cometido de la Constitución de 1991. Sin embargo; creo que ha fallado en creer que las reformas son el cambio, y en desatender que las formas como se ejecutan las transformaciones impactan directamente en el contenido de estas.

No era posible cambiar el sistema de salud con un ministro que durante dos periodos lo fortaleció. Ni querer hacer transformaciones profundas con políticos ortodoxos que no le apostaron a nuevos enfoques y aproximaciones a la realidad colombiana. En un reciente consejo de ministros, el presidente reclamó a varios de sus funcionarios que no materializaron el programa “Basura Cero” de su gobierno; según él, porque prefirieron privilegiar los intereses gremiales de Andesco, por encima de las decenas de miles de recicladores.

Eso ocurrió en muchos otros ámbitos. El presidente se quedó solo en intenciones, fundamentalmente, porque prefirió adelantar las reformas estructurales con sectores que históricamente fueron contrarreformistas. La apertura para gobernar con otros puso en riesgo, y en algunos casos hizo inviable el avance de las propuestas progresistas. Lo que no aplicó la izquierda en este cuatrienio agonizante, es que sin sectarismos tenía que haber permitido que quienes desde esa orilla ideológica y política lucharon por los cambios, hubieran podido materializarlos directamente y en persona propia desde el poder.

Las carteras del Interior, de Justicia y de Relaciones Exteriores fundamentales para el avance integral de la propuesta progresista erigida por décadas han tenido varios ministros en el gobierno Petro, pero ninguno de ellos de talante ni de izquierda, ni progresista. Hubo otros funcionarios en cargos claves que deliberadamente no concitaron consensos para avanzar en las líneas del plan de desarrollo. La Región Pacífica que debió haber sido el epicentro de todas las políticas sociales del presidente se quedó esperando la materialización de casi todas; al parecer, los encargados de ese avance, aun siendo de allá, no entendieron que todas las ejecutorias en ese territorio debieron haber tenido el mensaje de urgencia.

Este gobierno estaba lleno de contenido; pero fue débil en las formas que legitimaban el avance político. Algunos nombramientos, anuncios, contradicciones y a veces egos exagerados fueron detonando la coherencia interna y cuestionando la distancia que se debía tener con otras formas pretéritas de ejercicio del poder.

Un buen ejemplo de ello es que la falta de maniobra en los problemas diplomáticos del país obedece en buena medida a los persistentes errores en la designación del canciller, y a continuar desechando la carrera diplomática como la proveedora de los representantes diplomáticos; aun en contravía de una lucha de la izquierda recogida por las propuestas de Petro, que era la despolitización en la designación de embajadores.

Adicionalmente, creo que el trato de este Gobierno a los representantes de las comunidades afrodescendientes fue indigno. Pero ese será tema de otra columna.

Sobre el Autor: John Jairo Blandón Mena

John Jairo Blandón Mena