Por Vanessa Cortez Camacho

El mes de mayo, dedicado a la conmemoración de la afrocolombianidad, ha perdido su significado original. En lugar de reconocer y valorar la contribución de la población negra, palenquera, raizal y afrocolombiana, esta fecha se ha convertido en un formalismo vacío. La Ley 70 de 1993 y el artículo transitorio de la Constitución Política establecen la importancia de reconocer y proteger los derechos de la comunidad afrocolombiana, pero en la práctica, esto no se refleja en la forma en que se conmemora esta fecha.

Sobre el vacío

En la mayoría de las ciudades del país, la conmemoración de la afrocolombianidad es insignificante para los operadores y ordenadores del gasto. Se ha transformado en un consumo excesivo de actividades, talleres y espacios que carecen de profundidad y significado. La conmemoración se ha reducido a un «refrigerio étnico» que se aprovecha para manipular a las organizaciones afrocolombianas más fuertes, seleccionadas a dedo para garantizar la ejecución de proyectos y contratos año tras año.

En este escenario, la prostitución de la etnicidad llega a su máximo esplendor. Quienes se dicen luchar contra el racismo son precisamente los que explotan a los artistas locales, arrojándolos a una competencia desigual por recursos institucionales. Esto perpetúa la trampa colonial que nos consume como colectivos y nos extermina como individuos.

Sobre la reflexión

Es hora de reflexionar sobre la forma en que se aborda la conmemoración de la afrocolombianidad. ¿Estamos realmente valorando y reconociendo la contribución de la población afrocolombiana? ¿O estamos simplemente cumpliendo con un formalismo vacío? Es necesario replantear la forma en que se gestionan los recursos y se apoya a las comunidades afrocolombianas, para que la conmemoración sea un verdadero reconocimiento a su aporte cultural y social.

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