En blanco
01 de julio de 2021
Por: Arleison Arcos Rivas
¿Influyó el voto en blanco en la decisión electoral que terminó con Iván Duque como mandatario en 2018? Los efectos acumulados de la disuasión frente a las alternativas disponibles no se registran exclusivamente en el guarismo que registra la decisión del elector inapetente o en blanco, cuyo número ha venido creciendo significativamente.
Fuente: https://cerosetenta.uniandes.edu.co/que-pasa-con-el-voto-en-blanco-en-segunda-vuelta/
Por fuera de toda acción promotora de odios y rencores, la política electoral opera sobre niveles de actuación intencionada por los que cada individuo responde a sus propias apetencias y requerimientos motivacionales en las urnas. Sin embargo, tal decisión puede influenciarse e incluso resulta susceptible de ser condicionada. Dado que votar es una decisión, lo que conduce a ella responde a factores individuales, grupales y colectivos que no suelen dejarse al garete por parte de quienes esperan alcanzar el favor popular.
Interesa valorar la decisión de votar en blanco, pese a que parezca inconveniente e incluso innecesaria cuando las alternativas en contienda proceden de un proceso de decantamiento o jerarquización sufragista previa, o primera vuelta.
Resultado electoral segunda vuelta presidencial. Fuente: Registraduría Nacional
- La decisión de votar
El votante promedio en Colombia no acude a matrices ni cuadros comparativos ni ordena sus ideas sopesando pro y contra entre las distintas tendencias electorales. Fuertemente influenciado por la campaña negativa y la información falsa, reacciona con emocionalidad a los diferentes contenidos compartidos en redes, en la televisión, en la radio y en las conversaciones cotidianas en las que se distribuyen prejuicios y opiniones sesgadas antes que se ayuda justipreciar posturas y programas de quienes aspiran al favor popular en las elecciones. Dado el enorme potencial decisional que representa la cooperación del electorado promedio, las campañas suelen concentrarse en obtener su voto, influyendo con diferentes estrategias comunicativas en su decisión de acudir a las urnas o incluso desestimulando que lo hagan, en determinadas circunstancias.
Contra lo proyectado por Anthony Downs, la participación electoral promedio en diferentes procesos de las dos décadas del siglo XXI no ha representado en buena parte de las democracias un acercamiento de las posturas políticas hacia el centro político. En Colombia, las dinámicas desreguladas de la guerra, la configuración regional de las familias clientelares, la omnipresencia de la corrupción local, departamental y nacional, han generado un escenario de partidos y movimientos políticos banalizados convertidos, en su gran mayoría, en compraventa de avales y votos.
Antes que la agregación de los acuerdos y la evasión de las diferencias urticantes, el escenario político colombiano refleja prácticas, actuaciones y discursos electorales en las que el descrédito institucional, la repulsa de las elites económicas, el desgaste de los políticos de oficio, el cuestionamiento a la no representación y el desapasionamiento por la participación electoral cuenta a favor del corporativismo sufragista convencional, evidenciando la evasión del centro en las formas políticas comunicacionales y votantes.
Sumada a la autoconvocatoria, como estrategia de actuación política desregulada y emergente, el elector que pretende disgregarse de los bandos enfrentados ha utilizado la anulación del tarjetón electoral y el voto en blanco como práctica de escape tanto para manifestar opinión discordante frente a las alternativas disponibles como para expresar descontento con dichas alternativas, luego de la purga en consultas partidistas y primeras vueltas.
El voto en blanco no suele coincidir con la postura del votante promedio. De hecho, es un voto disidente que agrupa a quienes disienten frente a las candidaturas disponibles, las cuales provienen de procesos de autopostulación, consulta, selección o designación que responden a motivaciones cívicas, acuerdos de partido y coaliciones cuyas propuestas no logran seducir al elector. También se expresa voto en blanco para manifestar odios y malquerencias con determinados feudos electorales, partidos políticos y sus postulados.
Sin embargo, la decisión de promover el voto en blanco luego de que determinados candidatos salen de la contienda, requiere mediciones que contribuyan a identificar el peso estratégico de tal postura en el desencanto y el desestimulo votante del elector promedio; toda vez que la derrota de la aspiración motivadora para participar en una consulta o en primera vuelta conlleva una alta carga de desilusión que no favorece la captación de tal votante por las partes en contienda y podría traducirse en mayor evasión electoral, elevando las cifras de abstención.
- Neuropolítica e influencia electoral
La indiferencia no va a las urnas. A menos que interpretemos como indiferente el nutrido número de tarjetones electorales declarados nulos por los jurados en las mesas de votaciones. De ahí que el voto en blanco constituya una fuente interpretativa del votante inflexible, inapetente y a disgusto con el menú electoral que le brindan. Desde las posturas deterministas de Laswell un siglo atrás, hasta las teorías de redes en esta veintena del siglo XXI, como la del recién fallecido Martín Barbero, se ha intentado aprehender las características de los modelos comunicacionales incidentes en la toma de decisiones políticas. Carisma, contagio y solidaridad constituyen aproximaciones categoriales estimuladas por una u otra alternativa política disponible en la carta electorera.
Lo que necesita el elector reflejado en el proceso decisional que le lleva a las urnas puede medirse en la oferta de aquellos a quienes sigue, contenerse en la visión que comparte con otros votantes y evidenciarse en su motivación para cooperar con quien refleja aspiraciones e intereses afines en un proceso electoral. De ello se desprende que el votante en blanco expresa hostilidad ante opciones que considera amenazantes, por lo que en su marco cognitivo no reflejan liderazgo, confianza ni seguridad sino daño manifiesto o potencial.
El estudio del elector inapetente o en blanco debería contribuir a mejorar la comprensión politológica del efecto influenciador, mucho más en tempos en que los individuos son bombardeados por mensajes falsos y argumentos tendenciosos que exacerban la polarización y disculpan al ciudadano convencional para hacer uso de su capacidad de crítica. Tal como se aprecia en las redes sociales, el prejuicio y la animadversión alimentan las estrategias de influencia con campañas negativas e inciden en el potencial de cooperación del elector.
Entender tal postura resulta importante pues, en caso de que los medios y redes efectivamente ejerzan un efecto influenciador, su papel a la hora de diseñar las estrategias de seducción del elector inapetente resulta altamente eficaz para encausar contenidos y publicitar personas que estimulen la respuesta participativa de los futuros gobernados.