22 de febrero de 2022
Por: John Jairo Blandón Mena
Colombia es el segundo productor de cannabis en el mundo, y esa condición debería posicionarla en un sitial de lujo en la cada vez creciente industria de esta planta que mueve 150 mil millones de dólares cada año, de los cuales 10 mil son en Latinoamérica. Sin embargo, nuestro país viene llegando tarde a ser un actor importante en esta economía millonaria. En Canadá, desde 2001 se despenalizó el uso del cannabis y se echó a andar esta industria. Y la cultura cannábica de Estados Unidos y Uruguay se viene desarrollado desde hace varios años con un impacto considerable en los ingresos fiscales de esos países.
Colombia, tan acostumbrada a llegar tarde a los avances del mundo, tal como ocurre con la eutanasia, el matrimonio igualitario y la despenalización del aborto; apenas está ajustando las regulaciones para poder participar en la industria del cannabis que según el Viceministerio de Desarrollo Empresarial podría ser el tercer renglón de las exportaciones del país con alrededor de 6.000 millones de dólares anuales. Infortunadamente, la ausencia de regulaciones, la tramitología en el otorgamiento de licencias, las trabas burocráticas para los inversionistas; y, sobre todo, los intentos del anterior y el actual gobierno de penalizar la dosis mínima han generado obstáculos enormes a la industria que se han traducido en sobrecostos para los empresarios y en el atraso respecto a la industria en otros países competidores.
No se entienden los porqués de los constantes rechazos de los últimos gobiernos a la exportación de la flor seca de cannabis, situación que sólo se pudo solucionar el año pasado con el decreto 811 tras largas gestiones del gremio, que mientras en otras geografías se dedicaba a producir, aquí armaba una estrategia para convencer al obtuso gobierno que estaba dejando pasar por su propia ineptitud una gran oportunidad de dinamizar la estancada economía colombiana.
Con todo lo anterior, el comercio interno aun no es dinámico, debido a que la institucionalidad ha torpedeado la transición del mercado ilícito al regulado. Estas condiciones siguen manteniendo un importante mercado ilícito que puede ser captado por las industrias nacionales como la colombiana, en tanto se genere la total incorporación del sector a las economías formales.
Esta gran oportunidad cannábica permitiría generar decenas de miles de empleos y generar riqueza en los cultivadores, quienes han sido perseguidos y criminalizados por las autoridades locales desde tiempos de la bonanza marimbera. Se requiere consolidar una regulación amplia y garantista del mercado para los sectores que están invirtiendo y dinamizando el cannabis en Colombia. Desde la promulgación de la ley 1787 de 2016 que brinda acceso seguro e informado al uso médico y científico del cannabis en el país, se han expedido varias normativas parciales que no permiten el desarrollo integral de la industria, a tal punto, que apenas ayer el presidente expidió la resolución 227 del 2022 que establece los mecanismos para el uso del cannabis en los sectores de los alimentos, bebidas y el textil; este marco regulatorio debió haber sido expedido hace varios años para facilitar el avance de la industria en esas áreas.
Capítulo aparte merece el análisis de la participación en el mercado. El Gobierno viene otorgándoles licencias a las grandes multinacionales como Flora Growth, Allied Corporation, Clever Leaves y Orne World Panama, pero a los campesinos dedicados al cultivo y que históricamente han sido empobrecidos, perseguidos y hasta encarcelados se están dejando por fuera, para que ocupen una posición de tercerizados en el proceso a manos de las empresas foráneas. Es necesario e imperioso promover figuras asociativas en el campesinado para que puedan acceder al mercado que es suficientemente grande y suficiente, sin que tengan que competir con los pulpos extranjeros con tentáculos y millonarias inversiones en cultivos como el Pharmacielo en Rionegro (Antioquia) considerado el más grande del país.
Como dos dignos ejemplos se puede citar a la Asociación Agropecuaria Indígena y Campesina de Cannabis Medicinal del municipio de Toribio; o Caucannabis conformada por campesinos de Miranda, Jámbaló y Corinto; ambas en el Cauca, y que están produciendo cannabis medicinal con el sello de provenir de este departamento donde crece el cannabis tipo cripy, que es en la actualidad el más potente y apetecido en el mundo.
Colombia no le puede dar la espalda a la industria cannábica, que puede ser la salvación para nuestra economía sumida en la decadencia por la dependencia del extractivismo y las rentas ilegales.
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