Vergonzosa diplomacia
Por: John Jairo Blandón Mena
La política exterior de Duque, es por decir lo menos, vergonzosa y generadora del estado de aislamiento político en que se encuentra Colombia en el contexto internacional. Esta aseveración no es novedosa, si se tiene en cuenta que el accionar de este gobierno solo ha sido destacado por ocupar los podios de la indignidad en el mundo: tercer peor manejo de la pandemia, primer país en asesinatos de líderes sociales, ambientales y de derechos humanos; y el primero en eliminar sistemáticamente a quienes deciden construir paz, no por los más de 250 excombatientes asesinados desde los Acuerdos de la Habana, de los cuales buena parte fueron en este trienio de Duque, sino por los más de 4.200 que van en las últimas tres décadas (que demuestran que firmar la paz con el Estado es más letal que continuar haciendo la guerra).
Pero, volviendo a la política exterior de Duque, hoy dirigida por la señora Claudia Blum de Barbieri, integrante de una de las familias más millonarias del país con negocios en casi todos los renglones de la economía nacional, quien tuvo que declararse inhabilitada para actuar en asuntos relacionados con los sectores hotelero, agrícola, cañicultor y de frutas, farmacéutico, cosmético, agro veterinario, de dispositivos médicos, de pañales y de suplementos dietarios; porque en todos ellos tiene intereses económicos personales y familiares. Así entonces, su inhabilidad prácticamente general, le ha imposibilitado actuar en las relaciones diplomáticas, que hoy son fundamentalmente económicas y comerciales, ámbitos en los que la ministra no puede pronunciarse.
Lo anterior, sin mencionar el impedimento ético de fungir como funcionaria de un Presidente al que su marido aportó $80.000.000, y ella $230.000.000 durante su campaña electoral. Se configuró allí la compra anticipada de uno de los cargos públicos más importantes del ejecutivo. Pero tampoco hablemos de ética y de moralidad pública de un Gobierno al que el escrutinio de la ciudadanía le produce inquina (¿de qué me hablas viejo?).
La pésima gestión de la funcionaria en cuestión quedó evidenciada en dos hechos recientes, que demuestran, por un lado, su ineptitud para estar en el cargo, y por otro, la irresponsabilidad del Presidente en dejar la conducción de las relaciones diplomáticas del Estado en cabeza de una persona inhábil por sus negocios y por su propia capacidad.
El primero de esos eventos fue afortunadamente en el plano doméstico; la ministra fue convocada la semana pasada a un debate de control político por la Cámara de Representantes para el cual, como se acostumbra, se le entregó el listado de preguntas que debía responder ante los congresistas, pues, la señora Blum de Barbieri solo se remitió a leer en un pésimo tono y entonación un discurso pre elaborado que a simple vista se notaba que no dominaba, omitió responder las preguntas y pronunció de manera incoherente una larga perorata, fue tan bochornoso el suceso, que hasta el mismo congresista de su partido Edward Rodríguez le exigió respeto por la Cancillería y por el gobierno que ella representa. De lo acontecido ese día, se puede colegir que la señora Canciller no tiene la más mínima idea de las atribuciones de su cargo.
Y, aún más reciente, fue su intervención ante el Consejo de Seguridad de la ONU, donde también leyendo en el mismo tono y entonación que lo hizo en el Congreso, la ministra acusó a las FARC, ahora convertidos en partido político en el marco de la Constitución y de los Acuerdos de la Habana, de ser los responsables del accionar criminal de las disidencias; semejante declaración irresponsable pero deliberada, pone como objetivos de guerra a quienes ya dejaron las armas y están cumpliendo desde la legalidad con los compromisos firmados con el Estado.
El inventario de desaciertos de su gestión es largo, por ejemplo, presentar como un importante logro diplomático en la relación con los Estados Unidos la reunión de Iván Duque con Juan González, un funcionario de Joe Biden; cuando lo que muestra ese hecho es precisamente lo contrario, el distanciamiento que marcó la administración Biden de Duque por su apoyo electoral a Trump orquestado por el propio embajador Francisco Santos y por miembros del Centro Democrático.
Por cuestiones de espacio de esta columna no me referiré aquí, aunque si posteriormente, a la forma como el servicio diplomático hoy más que antes, se puso al servicio del clientelismo y la burocracia en detrimento de la ya moribunda carrera diplomática; que, en tiempos de campaña, Duque dijo que iba fortalecer.
Y, el hazmerreír del mundo también lo hizo la señora ministra en el marco de la presentación del informe del delegado de la ONU para el Proceso de Paz en Colombia Carlos Ruiz Massieu, al increpar y tildar de mentiroso al delegado de la Federación de Rusia por sus reparos frente al notable incumplimiento por parte del gobierno de los Acuerdos de la Habana suscritos de cara al mundo, y de los cuales, todos los Estados democráticos son garantes, porque la Paz, y eso no lo entiende la ministra, ya no es un asunto exclusivamente nacional.