candidaturas afrodescendientes

Candidaturas afrodescendientes

Por Última actualización: 30/06/2022

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30 de junio de 2022

Por: Arleison Arcos Rivas

Aunque el título de esta columna remite inicialmente a pretensiones o posturas cándidas, la pasada contienda electoral en Colombia dibujó un escenario participativo inusitado: entre las ocho fórmulas presidenciales inicialmente en contienda, dos afrodescendientes presentaron su nombre como precandidatos. Finalmente, cinco afrodescendientes se presentaron en el proceso previo a la primera vuelta como aspirantes a la vicepresidencia; complejizando la lectura de lo político con su inédita presencia.

Esta es una circunstancia hasta ahora excepcional en un país acostumbrado a la monocromía del poder, en el que, si bien no hay una práctica de segregación ni bloqueo a la participación afrodescendiente en procesos asociados a la administración pública, suelen ser muy pocos quienes reflejan la policromía étnica nacional. Afrodescendientes e Indígenas figuran muy poco en altos cargos del Estado; evidenciando que, pese a contar con cuadros suficientemente formados, haber incursionado en diferentes ámbitos del activismo social e incluso sumar un ramillete de figuras ministeriales y viceministeriales, los espacios de representación política suelen estar poco disponibles.

Como evidencia de las dificultades que tienen las y los hijos de África en Colombia para aspirar a la primera magistratura queda la anécdota que registra a Jesús Antonio “Chucho Lozano” Asprilla como el primero en hacerse contar en una primera vuelta presidencial, alcanzando 11.852, cuya semblanza queda para la historia en un libro reciente de Neftalí Rengifo Yurgaqui.

Por ello, cobra singular importancia el que Francia Márquez se haya presentado a consulta presidencial en el Pacto Histórico y que Luís Gilberto Murillo se haya postulado como precandidato y luego se sumara a Marelen Castillo, Ceferino Mosquera y Sandra de Las Lajas como fórmulas vicepresidenciales en primera vuelta.

Su presencia en semejante escenario electoral abre posibilidades de configuración de un imaginario étnico en el que la representación afrodescendiente podría resultar cualificada. También podría considerarse anodina e insustancial el que hayan aparecido estas figuras, siendo que la mayoría de ellos y ellas no son reconocidos como activistas del Movimiento Afrodescendiente y que, excepto Murillo, quienes habían intentado candidaturas anteriormente no hubiesen alcanzado votaciones significativas.

Tanto por no contar con una fuerza política que aglutine el potencial electoral afrodescendiente, como por no haber articulado un electorado étnico activado en torno a figuras propias, la representación afrodescendiente es aun precaria. Más allá de la gesta embrionaria de Lozano, el sorprendente ascenso de Francia Márquez expresa una creciente manifestación política de la diferencia étnica, que pone de presente las relaciones entre activismo social y representación política.

Tal ascenso ha llevado a la agenda electoral asuntos como el racismo que permanece a flor de piel en el país, el clasismo en la representación, el monocolor del poder, el centralismo administrativo y las finalidades de lo político, poniendo de presente las reivindicaciones y exigencias de comunidades y personas que aspiran a vivir sin miedo, y proteger el fluir de la vida en los territorios en los que proliferan diferentes procesos terapéuticos y de cuidado con los que se hace frente a los efectos perdurables de la esclavización, de la postergación en las inversiones públicas y en la perpetuación de las fronteras de desigualdad levantadas por la equivoca focalización del desarrollo.

Si se revisan los indicadores de malestar permanente de las comunidades y territorios ancestrales, así como en las ciudades en las que nacen y crecen la mayoría de los afrodescendientes hoy, la emergencia de candidatura afrodescendientes a los cargos de Vicepresidente y Presidente del país no sólo parece urgente sino necesaria y pertinente.

De hecho, Murillo se presentó a elecciones afirmando querer «ser el vicepresidente de las regiones, de la gente que no ha tenido voz, la gente que quiere verse reflejada, interpretada en el gobierno nacional, porque no hay otra manera de avanzar en la senda de la paz». En el mismo sentido, Francia Márquez anunció en su candidatura que ““es la hora de los nadies y las nadies”, sujetos hasta ahora invisibles a quienes, acompañándoles entre protestas y en la plenitud de la emergencia social en Colombia, convocó a las urnas para pasar “de la resistencia al poder”.

Más que oportunismo electorero, el incremento de las candidaturas afrodescendientes a la primera magistratura y a la vicepresidencia constituye una oportunidad para fortalecer el nexo entre las comunidades y quienes lleguen a ocupar cargos investidos de autoridad, resignificando la potencia emancipatoria de los procesos de reexistencia en los territorios ancestrales, campos poblados y entornos urbanos que animan tal participación política como un mandato, antes que como una aventura individualista y ocasional.

Sin embargo, la evidencia de que no se ha configurado un electorado étnico cuyo mandato sea evidente en el ascenso y postulación de figuras crecidas en cuadros movilizatorios propios, lleva a preguntarse a nombre de quién se presentaron 36 candidaturas al Senado y 129 a la Cámara por la Circunscripción especial; así como los motivos por los que súbitamente se confeccionaron cinco duplas presidenciales con participación afrodescendiente.

Si las candidaturas afrodescendientes a las altas magistraturas de la República resultan perdurables, habría que apostarle a la transformación del espectro político nacional, como respuesta a la creciente demanda de que el poder nunca más se exprese sin referencias étnicas.

El que Francia Márquez, ahora Vicepresidenta de Gustavo Petro, haya de ser encargada del nuevo Ministerio de la Igualdad, evidencia que ya no será posible presentar duplas cosméticas o acomodaticias en las que las mujeres y las personas afrodescendientes salgan de comodines en la baraja presidencial.

De hecho, que sus compromisos en el ejecutivo aspiren a fortalecer la autonomía económica de las mujeres, ensanchar las oportunidades para la juventud y asegurar la garantía de derechos para las poblaciones sexualmente diversas, comunidades marginalizadas y grupos étnicos históricamente vulnerables, justifica con creces su presencia en un escenario en el que pueda resultar posible pasar del activismo social al proselitismo político, cada vez más comprometido, empoderado y mandatario; para nada cándido.

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Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

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