Sin rumbo alguno
13 de julio de 2023
Por: Arleison Arcos Rivas
Cali, la tercera ciudad del país, hoy sólo tiene cándidas candidaturas a su Alcaldía. A cuatro meses de su elección, sin propuestas conocidas, ni claridad respecto de quienes estarán en el tarjetón electoral, nos sobresaltan serios interrogantes sobre las oportunidades de futuro para la Sucursal del Cielo.
Aunque ya empezaron las adhesiones, algunas precandidaturas se desvanecieron y se han lanzado algunas encuestas, como la del Diario Occidente, en marzo y la más reciente de JPG publicada el 29 de junio, ni los resultados son significativos ni los guarismos que arroja son concluyentes respecto de cómo se esclarecerán las nutridas aspiraciones que todavía suenan, sin dejarse medir por la plaza pública o en escenarios deliberativos. Los números todavía están lejos de confirmar quienes estarán en la lid electorera de octubre.
La estrategia de llegar primero no es la más socorrida en Cali, una ciudad acostumbrada a creer que el que pega de último, pega mejor. De hecho, candidatos sonados como Alejandro Eder, Miyerlandy Cortés o Wilson Ruiz empezaron temprano con la difusión en vallas publicitarias y mensajes en redes, pese a lo cual permanecen con baja intención de voto todavía. Elmer Montaña, Danis Rentería, Diana Rojas, Juanita Cataño, que también suenan, no alcanzan el porcentaje que la encuesta citada asigna a Roberto Ortiz, figurando como el más opcionado, seguido de Tulio Gómez.
Hoy nada está claro en la política electoral caleña, aunque se abren sedes de campañas que no han sido oficializadas. Ni por su experiencia como ministros, concejales y secretarios, ni por su reconocimiento como empresarios, ni por su activismo comunitario parece que haya una o uno de significativa popularidad en la baraja preelectoral.
Menos aún se ha generado diferenciación respecto de sus candidaturas, muchas de las cuales son una incógnita para el electorado, no son identificadas entre futuros electores, y ni siquiera han presentado un ideario que genere aceptación y reconocimiento en la ciudadanía.
Peor aún, hasta la fecha no se conoce un marco de concertación ciudadana en torno a cuáles son las prioridades que las autoridades deben avocar para darle rumbo a la ciudad. Como en febrero comentamos en DIÁSPORA, queda el sentimiento de frustración por el peso ineficiente de la actual administración y el acumulado deficitario que deja el haber tenido cuatro administraciones en línea desafectas del querer popular que las juzga como oportunidades perdidas para avanzar en un proceso de gestión urbana sostenible.
Si nos atenemos al último informe de la iniciativa Cali Cómo Vamos, el estado de la salud y la educación figuran como asuntos preocupantes para las y los caleños encuestados; más que las inquietudes en mercado laboral, medio ambiente y seguridad. La sensación de inseguridad, sin embargo, atormenta a la ciudad.
Aunque en las cifras se registra un menor impacto de los homicidios, la ciudad presenta un escandaloso aumento de feminicidios. La percepción de inseguridad refleja la inquietud ciudadana por la proliferación de pandillas y su incidencia en atracos callejeros y en el hurto calificado.
También preocupa el microtráfico en entornos escolares y las prácticas de consumo en parques, vías y barrios, tal como se lee a diario en las redes sociales. El reclamo de iluminación de calles, cámaras de seguridad comunitaria y mayor fuerza pública, reflejado en el informe mencionado, es igualmente permanente en los espacios de diálogo comunitario en los que hemos participado.
El tercer macrocentro de desarrollo económico, que igualmente es la ciudad con mayor población afrodescendiente en el país, aún no presenta signos de mejoría. Son marcados los retos infraestructurales para superar la delimitación territorial que ha tolerado el crecimiento desregulado, la segregación urbanística, la desproporción habitacional y la desigualdad económica, especialmente en la Zona Oriental de la ciudad.
De igual manera, crece la inquietud por su incorporación a las dinámicas de generación de oportunidades y a la siembra de alternativas que contribuyan a la descongestión de los conflictos acumulados por la marginalidad, el desempleo, la pobreza y la inseguridad que afectan trayectorias formativas, posibilidades de éxito personal y calidad de vida individual y comunitaria.
La Sultana del Valle requiere con urgencia recuperarse de casi dos décadas de administraciones con muy alta inversión y muy baja incidencia en la afectación de sus indicadores de desarrollo, lo que evidencia formas de corrupción multinivel que han llevado a 2 condenados por actos delictivos durante su mandato, 2 destituidos por delitos y faltas administrativas, y 2 que han repetido administración con alto cuestionamiento ciudadano, dejando investigaciones abiertas en los organismos de control.
Las deficiencias en los procesos de prospectiva y planeación del futuro son evidentes, sin que se cuente con sólidos acuerdos de ciudad respecto de las expectativas de integración y transformación de la movilidad, la infraestructura de servicios públicos, las condiciones de éxito para la internacionalización y la ampliación de negocios, los equipamientos públicos, los mejoramientos educativos, el ordenamiento territorial y la sostenibilidad ambiental.
Las políticas que deberán implementarse para articular educación, cultura, deporte y salud a las dinámicas del desarrollo económico y la articulación territorial en el contexto de implementación del Distrito Especial, Deportivo, Cultural, Turístico, Empresarial y de Servicios deberán incorporarse igualmente a la imaginación de la ciudad – región Pacífico y su escenificación en las propuestas políticas próximas a ser sometidas a la deliberación pública y la decisión en las urnas. Mientras aparecen las propuestas, como en la canción del Conjunto Clásico, Cali parece que todavía camina, sin rumbo alguno.