Caballo de Troya

Por Última actualización: 19/11/2024

08 de junio de 2023

Por: Arleison Arcos Rivas

 

Armando Benedetti se convirtió en un perverso caballo de Troya en el proyecto político alternativo que representa el actual gobierno. Muchos podrán decir que estábamos advertidos. Otros dirán que los camaleones politiqueros como este, aunque cambien de color, no dejan de ser tan hipócritas como siempre han sido. En todo caso, con verdades o mentiras, el daño incrustado en los audios editados que publicó Semana, está hecho.

El inmenso deshonor y deshonra que genera a la izquierda alternativa el comportamiento malintencionado, el lenguaje soez y, a la espera de su confirmación o descrédito, las acciones indecorosas contra el elector que tienen a Benedetti como protagonista, constriñen de modo inocultable el estrecho margen político en el que se mueve el actual gobierno, intensamente vapuleado por los medios de propaganda corporativa.

Sin ideas, sin apego a acuerdos de futuro ni a iniciativas programáticas, en las palabras de Benedetti sólo se percibe el frenético fragor de quienes resultan impulsados por la voracidad burocrática y la pasión por figurar a toda costa, incapaces de entender el compromiso de las militancias.

Por ello, los eventos que habría escenificado el exembajador y exintegrante del Partido de la U, empañan un proyecto que no se reduce a Gustavo Petro, pese a que depende del éxito en las ejecutorias gubernamentales para asegurar la continuidad en nuevos periodos y el posicionamiento contra las fuerzas políticas tradicionales que, en aras de apertura y reconciliación, incluso fueron convocadas a conformar un gobierno de transición.

Petro lo intentó, hay que decirlo. La aceptación de adhesiones políticas de todos los colores y la conformación de una coalición que, bajo acuerdos básicos, permitiera pasar las reformas definitorias del cambio, corresponden a un ejercicio de pluralismo político más allá de las componendas burocráticas tradicionales, concediendo incluso ministerios, viceministerios, direcciones, embajadas cargos de alta representación que quedaron en manos de figuras que generaran tranquilidad a las elites y a los operadores de los mercados.

Pese a la expectativa de tal experimento, cuestionado férreamente por la izquierda votante más radical, tanto como por el oportunismo beligerante de la derecha, pesó más la labilidad rentista. La fractura de esa entelequia ocurrió tan pronto como los intereses politiqueros realinderaron a las y los jefes de partidos con sus cófrades gremiales demandando fidelidad en el trámite reformador del negocio de la salud, la regulación laboral y el rediseño pensional.

De muy distintas maneras y acudiendo a casi todas las formas de contención y asedio, quienes sostienen y se benefician de la matriz de poder y dominio en el país han batallado sin cesar, buscando apocar y acorralar al gobierno del cambio con mentiras, con verdades a medias y hasta enrostrándole sus medianías, equívocos y veleidades. Las estrategias de bloqueo al actual gobierno han sido muchas, como corresponde a la política del desprestigio con la que se buscar desgastar a Petro, como ya hemos analizado en DIÁSPORA, generando hechos que el mismo presidente tilda de golpe blando.

Sin embargo, el mayor impacto descorazonador lo ha venido a propinar un outsider, un singular ejemplar del voltiarepismo político que se sumó a la campaña presidencial e incluso fue su jefe, sin haber hecho parte de la iniciativa que las fuerzas progresistas aglutinaron hace décadas y que luego confluyeron en la ampliación del Pacto Histórico.

Tal como trinó la senadora María José Pizarro, “el proyecto político del cambio nos ha costado décadas, generaciones y el sacrificio de miles de mujeres y hombres de las más altas calidades políticas y humanas como mi padre, nada tiene que ver con la camarilla de politiqueros que hoy pone en riesgo la esperanza de millones. Los responsables deben asumir las consecuencias ante la ley”.

Por eso, ante el bololó que la impudicia de Benedetti ha generado, queda clara la advertencia de que la política tiene que jugar con reglas diferentes a las de los negocios. Más allá de la rentabilidad tras la victoria en un proceso electoral, cuidar los propósitos y la meta implica definir hasta dónde se puede o no conceder espacio a los alfiles del establecimiento, cuyo efecto corrosivo puede resultar tan retardatario como devastador.

En el mismo sentido, si bien la puja política exige la pugnacidad de los halcones antes que el tímido aleteo de las palomas, un movimiento político que se pretenda transformador debe cuidarse, cada vez resulta más claro, de las aves de rapiña que, posando de aguerridos cooperantes terminan por convertirse en traicioneros delatores.

El caso Benedetti constituye una seria alerta para los movimientos de izquierda alternativa respecto de la línea que debe establecerse en la conformación de pactos y alianzas que eleven el potencial de votación y las oportunidades de victoria en procesos electorales. Tal como advirtiera Gustavo Bolívar, hay sapos que no se puede tragar ningún movimiento alternativo porque se termina por “vender el alma a pedazos”.

En todo caso, a dos meses del primer año de posesionado, ni el estómago de Gustavo Petro aguanta la podredumbre de tanto pescado envenenado ni su teflón de gobernante popular resiste tanto escándalo; así resulten masivas y multitudinarias las marchas y manifestaciones de apoyo. De ahí que resulte igualmente importante que la presidencia refuerce sus estrategias de comunicación política, mucho más cuando la andanada de medios no cederá ni un milímetro en ataques que pretenden socavar la gobernabilidad interna tanto como su crecida figura de líder internacional.

Pese a que tal cometido parezca inverosímil, por la diaria diatriba antipetrista de dicho funcionario, y de la Procuradora, ante el miserable desliz de Benedetti, no queda sino confiar en que un fiscal opositor que ha convertido su puesto en una tribuna preelectoral, pueda hacer un trabajo decente investigando a profundidad lo dicho entre tragos y delirio.

Así no se cuente con su imparcialidad, el respeto a las instituciones y a los organismos de vigilancia y control se impone, más aún frente al infortunio de unos audios revelados sin pruebas por el sapo que debimos tragarnos para conquistar las urnas, que se ha revelado como un insufrible e indecente caballo de Troya, cuya irascibilidad y hábitos de consumo protagonizan un episodio incómodo para el primer gobierno alternativo en nuestro país.

Sobre el Autor: Arleison Arcos Rivas

Arleison Arcos Rivas