Desigualdad universitaria persistente
06 de enero de 2022
Por: Arleison Arcos Rivas
El titular es dramático: “apenas 6 de cada 1000 jóvenes afrodescendientes van a la universidad”. Si la cifra adjudicada al Observatorio de Discriminación Racial es correcta y consideramos que la población contabilizada por el DANE, corregido su “etnocidio estadístico”, registraría al menos 6.000.000 de mujeres y hombres descendientes de africanas y africanos, escasamente el 0,001% alcanza formación universitaria en Colombia; evidenciando una marcada, persistente y sistemática desigualdad, que se acentúa con los indicadores de permanencia y graduación.
Dado que toda forma de discriminación es ilegal en este país, habría que preguntar por los motivos que soportan esta segregación educativa de hecho; pues, aunque por iniciativa familiar, por el propio entusiasmo o por la implementación de cuotas de acción afirmativa, se ha incrementado el número de estudiantes y profesionales, seguimos ocupando los más bajos niveles de matrícula universitaria.
En un régimen presidencialista que suma como grandes logros la firma de nuevas leyes y decretos reglamentarios, las afirmaciones ministeriales suelen resaltar que el sistema “está diseñado para garantizar acceso universal de la población” a los diferentes niveles educativos. Los análisis, estudios y estadísticas, sin embargo, no sólo desmienten tal afirmación institucional, sino que evidencian su manifiesta desconsideración de las particularidades y contextos que perpetúan la vulnerabilidad de los pueblos étnicos en los entornos formativos. ¿“Mala suerte”? ¿“Normal”? ¿“Y qué esperaban”? Las respuestas a semejante desproporción no pueden fomentar las salidas folclóricas ni resignadas; como quiera que las mismas esconden el que la Universidad aun percibe como “sujetos inesperados” a mujeres y hombres afrodescendientes que llegan a sus puertas, sin que siempre logren franquearlas.
En un reciente libro (Mattos 2020), encontramos cuatro análisis y reflexiones de Elizabeth Castillo Guzmán, Henry Steven Rebolledo Cortés, María Antonia Calambás Pilimué y Julio Cesar Tunubalá Yalanda y Oscar Alejandro Quintero R.; quienes nos llevan a reconocer las voces y rostros de quienes se sienten “en el lugar equivocado”, a consecuencia de las experiencias de desprecio manifiesto, simbólico y moral escenificadas en aulas universitarias en las que, también, se encarnan los procesos de “confrontación cultural”, resistencia y activación frente al racismo y la discriminación. Siendo todavía precaria, como rastrea Castillo Guzmán, “la presencia visible y reconocida de estudiantes indígenas y afrodescendientes al interior de las IES desde finales del siglo XX ha posibilitado importantes cambios a pequeña y mediana escala en materia de acceso y permanencia” que aportan al relevamiento de la justicia cognitiva y la insubordinación epistémica.
En igual sentido, varias investigaciones de Anny Loango, especialmente la adelantada con Milena Margoth Mazabel, registran el tamaño de la desproporción en el acceso educativo. En una nota informan que “de acuerdo con el Banco Mundial (2018), en Colombia los niveles de escolaridad en la educación primaria son aproximadamente 64% para afrodescendientes, frente a 83% para los no afrodescendientes, de los cuales sólo el 30% logra completar la educación secundaria. El ingreso a la educación superior es de 14.3%, también por debajo del total nacional que corresponde a 18.8% (y) sólo el 5% logra finalizar los estudios (terciarios), lo que representa un porcentaje muy inferior al promedio general de la población, que es del 14%. En la formación de posgrados, los valores se ubican en 1.8%, respecto de 2.8% nacional (DANE, 2018)”; todo ello, a pesar de la existencia del fondo especial de créditos condonables y la disponibilidad de becas departamentales, municipales y propias de algunas instituciones de educación universitaria.
Aunque no conozco estudios en esa dirección, vale la pena preguntarse igualmente por la representación de las y los afrodescendientes como profesores en dichos escenarios, para robustecer con datos la percepción de que también en ese ámbito se evidencian las marcadas dificultades de movilidad igualitaria en los diferentes niveles de vinculación a los espacios formación, docencia e investigación.
En el mismo sentido, cabe preguntar si el alcance de mayores niveles de formación universitaria ha favorecido o no el ascenso y estratificación social simbolizados en la acumulación de capital humano, social y cultural que condicionan el potencial de movilidad social igualitaria. De acuerdo con uno de los escasos estudios disponibles en torno al orden social y procesos de racialización (Viveros y Gil, 2010), la promoción personal en la titulación universitaria poco ha incidido en el escalamiento colectivo, como tampoco refleja avances significativos en las condiciones estructurantes del ascenso de grupo, en buena medida reflejada en la persistente concentración del ingreso que sitúa en condición de ascenso desfavorable a la clase media en el país (Uribe Mallarino y Ramírez Moreno, 2019).
En últimas, retirar los obstáculos que impiden la aspiración, inscripción, matrícula, acceso, permanencia y graduación en los centros de estudios universitarios, es una demanda prioritaria para el disfrute del bienestar entre las hijas e hijos de África en América; como quiera que, descendientes de pueblos con rituales, prácticas, técnicas, tecnologías y saberes acumulados por largo tiempo, no sólo padecen el desconocimiento de tales tradiciones epistémicas en los cánones formativos sino, además, la baja incorporación de personas afrodescendientes en las aulas universitarias.
Junto a la mayor incorporación, es más que propicia la promoción de experiencias de universidades propias, gestadas al calor del fuego y su sabiduría, como en el caso del Pueblo Misak; o en proceso de pesca en la nutricia Katanga de los pueblos de descendencia africana en Colombia.
Estas iniciativas, retando los procesos universitarios convencionales opacos e incluso ciegos a la diferencia étnica, se elevan más allá del choque cultural y de la fría resistencia de los saberes ancestrales frente a los instituidos como educación superior. Su propósito se nutre con los alimentos de la memoria y la identidad, respondiendo a principios comunitarios que coinciden con el “pensum” o, mejor, el ideario formativo que las comunidades intencionan frente, contra e, incluso, al margen de la formalidad gubernamental, soportadas en leyes de origen que responden al “Derecho Mayor” con el que se orienta el pensamiento del pueblo Misak; por ejemplo.
Al final, si la estadística sigue evidenciando condiciones de injusticia tremendamente deficitarias, a 30 años de instaurada una nueva constitución, resulta urgente y prioritario que un nuevo gobierno con mayor sensibilidad étnica se proponga superar los rumbos de los actuales programas de acción afirmativa y sus cláusulas de excepcionalidad. Es impostergable, entonces, una política de Estado que comprometa decididamente a gobiernos y organizaciones universitarias en el desescalamiento de condiciones de desigualdad e inequidad asociadas a las políticas de promoción, estímulo e impulso al proceso que lleva de la intención de estudiar hasta la graduación en los diferentes niveles y programas formativos disponibles para los pueblos étnicos en el país.
Referencias
Anny Ocoró Loango y Milena Margoth Mazabe (202l). La reproducción del racismo en la educación superior en Colombia. Nodal
Banco Mundial (2018). Afrodescendientes en América Latina. Hacia un marco de inclusión.
Cabildo Indígena de Guambia. Ala Kusreik Ya- Misak Universidad. Disponible en https://www.misak-colombia.org/misak-universidad-2
Cepal (2020). Afrodescendientes y la matriz de la desigualdad social en A.L. Retos para la inclusión
Consuelo Uribe Mallarino y Jaime Ramírez Moreno (2019). Clase media y movilidad social en Colombia. Revista Colombiana de Sociología.
Daniel Mato (coord.) 2020. Educación superior y pueblos indígenas y afrodescendientes en América Latina.
Karin Yovana Quijada Lovatón (2021). Acciones afirmativas para la inclusión universitaria de estudiantes afrodescendientes e indígenas en Brasil, Colombia y México. Revista Ciencia y Cultura
Mara Viveros Vigoya, Franklin Gil Hernández (2010). Género y generación en las experiencias de ascenso social de personas negras en Bogotá. Revista Maguaré