Del estudio sin madrugón al aprovechamiento del tiempo escolar
10 de diciembre de 2024
Por: Diana Lorena Montaño Riasco
Los madrugones de muchas y muchos estudiantes, especialmente de colegios privados en las grandes ciudades, les han afectado a lo largo de su proceso formativo, sin que se haya considerado una medida administrativa que favorezca su escolarización sin desmedro del bienestar que implicaría una jornada de reposo suficiente, favorecida por la regularización del horario escolar.
Además, las nuevas particularidades poblacionales del país, sumada a las renovadas inversiones en infraestructuras educativas, posibilitan que la nación considere extender la jornada escolar de las instituciones oficiales [y privadas] que hoy todavía prestan sus servicios en doble jornada, contrariando lo preceptuado en el artículo 85 de la ley 115, vigente desde 1994.
Bajo tal norma, el país debería proveer y garantizar el servicio educativo en una sola jornada diurna, propiciando la educación de adultos en una segunda jornada nocturna. De tal artículo se desprende que la nación debió reglamentar, y le ha faltado interés en concretar, plazos y programas que afirmaran la jornada única y la extensión del tiempo escolar dedicado a actividades curriculares posibilitadoras de los fines de la educación, contenidos en dicha pieza legislativa.
De ahí que resulten de suma importancia proyectos que pretendan fortalecer la calidad de las iniciativas estatales orientadas a mejorar el uso del tiempo escolar, fortalecer la calidad de vida de las y los estudiantes, y contribuir a que las familias armonicen las diferentes actividades educativas, sociales y laborales, formalizando horarios de la jornada única escolar.
Una de estas iniciativas, promovida por representantes liderados por Alejandro Chacón Camargo, propone modificar la hora de inicio, desde las 7:00 am, y la duración de las “unidades horarias de 45 minutos cada una”. Aunque busca igualmente presionar el uso del tiempo escolar soportado en “la relación del total de horas efectivas desarrolladas en cada una de las áreas obligatorias y fundamentales”.
La medida podría resultar pertinente, pese a que debe considerarse que ha sido el mismo estado el que ha desincentivado la implementación y generalización de la jornada única al no haber previsto los recursos necesarios para construir, ampliar y poner a punto los requerimientos de las instituciones educativas para ofrecer programas pertinentes, alternativos y complementarios al desarrollo asignaturista convencional en Colombia, que impone la implementación de “áreas obligatorias y fundamentales”.
En igual sentido, que la jornada inicie a las 6 o 6:30 de la mañana y no a las 7:00 no parece resultar sustancial en respecto de los riesgos asociados a privación de sueño, conductas inadecuadas, afectación al desempeño escolar, o disminución de la atención, como se menciona en diferentes apartes justificatorios del proyecto presentado por chacón; quien argumenta que los horarios tempraneros de la actividad escolar tiene incidencias e implicaciones que afectan la salud física y mental, la asistencia e incluso el rendimiento académico.
De hecho, en lo que sí acierta el representante y sus apoyos, es en citar expertos que alertan sobre las alarmantes prácticas distractoras asociadas a la disminución del tiempo de reposo nocturno y su impacto en la realización de las actividades diurnas; que se complica cuando las familias no acuerdan periodos de sueño prolongado, hábitos de descanso frente al uso de pantallas y tiempos de serenidad y quietud con la llegada de la noche.
Sería interesante que los diferentes ministerios y organismos descentralizados asociados a dinámicas poblacionales, culturales y educativos aprovechen la oportunidad que ofrece este proyecto para discutir el conjunto de factores protectores de los entornos escolares, los componentes incidentes en el aprovechamiento del tiempo libre, y las maneras como el Estado podría afianzar una política integral de infancia, niñez y juventud armonizada, hoy inexistente o inoperante.
Las intervenciones dispares y fragmentarias que caracterizan el actuar de las entidades territoriales con relación al fomento y apropiación de políticas orientadas a esta población no solo desperdician recursos públicos, sino que reiteran la sobreoferta sobre acciones que no contribuyen a consolidar un modelo de ejecución coordinado y realmente incidente en la maduración intelectual, anímica y vocacional de quienes están en edad escolar.
A nuestro juicio, resulta loable promover un adecuado uso del tiempo escolar, sin afectaciones al avance activo, consciente y motivado en el proceso formativo de niñas, niños y adolescentes. También es plausible que se proponga extender el tiempo escolar a un número mayor de horas en las que esta población pueda beneficiarse de diferentes programas y proyectos educativos que dinamicen las diferentes dimensiones del desarrollo humano, en los tiempos de la sobre estimulación digital.
Justamente por ello, nada gana el país elevando el número de horas de permanencia de las y los menores en la escuela, sin que se les ofrezcan diferentes alternativas ocupacionales, académicas, investigativas, lúdicas que contribuyan a dinamizar sus aprendizajes por diferentes vías, con interacciones variadas y estimulantes, y en escenarios o ambientes escolares intensamente creativos, de acuerdo con las potencialidades de la escuela, especialmente la pública.
En tal sentido, el proyecto de ley presentado, junto a otras iniciativas que ponen de presente la necesidad de racionalizar la jornada escolar de los estudiantes, regularizar la jornada laboral docente y armonizar el calendario escolar nacional, debería apuntalar la reorganización del tiempo en la escuela sobre la base del aseguramiento a sistemas de soporte para el desarrollo de estrategias alternativas y complementarias al plan de estudios convencional, tales como artes, música, danza, creación audiovisual y multimedia, robótica, indagación creativa, biomedicina, investigación social, clubes de lectura y escritura, cursos de apreciación cinematográfica; entre muchas otras prácticas habitualmente extrañas en la cotidianidad de muchas instituciones educativas públicas y privadas; incluso muchas que eliminaron el madrugón, pero terminan extenuantemente tarde su jornada extendida.